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Las muñecas de la mafia

Bajo este título fue rodada una novela en Caracol TV, basada en el libro de este mismo nombre escrito por Juan Camilo Ferrand y Andrés López. Tuvo un rating enorme y en ese momento existía el convencimiento de que en Colombia esas chicas no eran periodistas, pero sí reales, con ambiciones de salir de sus estados de pobreza. Más, el proxenetismo no solo se ejerce en la cama sino, en sentido figurado, en otras conductas cuando se escasean los valores y el fin justifica los medios, no solo en el periodismo sino en cualesquiera actividad o profesión; la humanidad siempre ha sido proclive a estas tentaciones perversas para la sociedad. Cuando un periodista de cualquier sexo cae en esta práctica, por ser un profesional muy expuesto al contacto permanente con la gente y sus emociones, más que cualquier otro, su accionar se percibe con mayor facilidad. 

No es mafioso solo aquel que se dedica al crimen convencional o al narcotráfico, el concepto de mafia es mucho más amplio; hay mafiosos de cuello blanco que comulgan todos los domingos y a veces hacen obras de caridad, vendiéndose como buenos; recordemos “Medellín sin tugurios”, una obra social de Pablo Escobar y sus socios. No neguemos que la mafia no solo tiene sus muñecas sino también muñecos, incrustados en empresas mafiosas que viven del Estado, esas que monopolizan ciertas actividades para lo cual necesitan cooptar muchas esferas del Estado y otros poderes transversales como el periodismo, para promover y defender sus actividades. Existen carteles que monopolizan lucrativos negocios como el de las basuras, las comunicaciones, la contratación pública y otros más patéticos e inauditos como el denunciado profusamente “cartel de la toga”, el sumun de la corrupción de la justicia; para ello necesitan tener alfiles bien pagados en los puntos clave.

No es pecaminoso decir que existen, como en el caso de las brujas, que las hay, las hay. ¿A qué me refiero? A las palabras que pronunció el presidente Petro ante la posesión de la defensora del pueblo en Nuquí, Chocó. Para buen entendedor, pocas palabras, todos sabemos a quiénes se refería el presidente, no fue un acto de misoginia como muchos han querido mostrar. No existe libro más misógino que la Biblia, pero le dicen Santa Biblia; el Cantar de los cantares, dicen los entendidos, es el libro más erótico de todos los libros de amor. ¿Por qué, entonces, quieren fingir tanta santidad que no tienen? Hace 70 años la mujer no votaba, políticamente no existía, su burka idealizada la ocultaba, solo estaba para procrear como la mujer musulmana. Pero curioso, esta conquista no se dio en democracia, sino en dictadura, se necesitó que el general Rojas Pinilla instituyera el voto femenino. No existe otro gobierno en nuestra historia que haya valorado tanto y vinculado más mujeres en su gestión que éste: Fiscalía, Defensoría del Pueblo, ONU, embajadas, departamentos administrativos, el Congreso de la República, ministerios y quizás, la terna para la procuraduría será de mujeres. Es un falso silogismo que han querido narrar: “todas las muñecas son mafiosas, algunas periodistas son muñecas y por lo tanto son mafiosas”. Eso no fue lo que el presidente dijo. Se parece al silogismo de Papini: “Dios manda a amar a nuestros enemigos, el diablo es nuestro enemigo, por lo tanto, debemos amarlo”.

Ambos son sofismas. Aquí sí, al que le caiga el guante que se lo aguante. Pero, muñecas de la mafia si hay, todos sabemos quiénes son y qué defienden, a cuál clan pertenecen, qué persiguen y cuáles son sus adversarios; por supuesto, son la minoría, tenemos muchas muñecas y muñecos, la mayoría son decentes. Sin embargo, los apologistas del supuesto respeto a los medios están rasgándose las vestiduras, la FLIP ya se pronunció, esa que no defiende a los periodistas sino a los dueños de los medios, hasta la Puta de Babilonia ha resucitado para dar clases de ética periodista. ¡Joder!

Por: Luis Napoleón de Armas P.

Categories: Columnista
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