Desde mí cocina
Por Silvia Betancourt Alliegro
Pero no siempre lo hacemos acertadamente, somos excluyentes de las otras, fomentamos el machismo, especialmente en la política.
Una mujer, antes de esta época dorada en la que ingresa a las universidades en mayor número que los hombres, era administradora, lavandera, cocinera, rezandera, enfermera –muy pocas veces amante de su marido- porque hasta en las manifestaciones sexuales estaba prohibido el entusiasmo.
Lo extraño es que las costumbres someramente mencionadas en el párrafo anterior prevalecen, por tanto, habrá que hacer un estudio sociológico-sicológico para entender las causas de esta enfermedad que nos socava el espíritu combativo y unitario que nos llevaría a ejercer un poder irreversible y definitorio en el destino de Colombia.
Para no mencionar personas concretas, eludiré nombres, no por cobardía sino por que nos llevaría a debates que a nada conducen y lo que debemos buscar es arrastrar el mayor número de damas pensadoras y ejecutivas para que tomen la vocería de los requerimientos que nos otorgarían dignidad y gobierno.
Llegamos a la palabra clave: gobierno, que tiene varios sinónimos: dirección, administración, guía, gerencia, regencia, jefatura; todas son acciones que les adjudicamos a los hombres por ay… la tradición que nos enseñó a jamás decir: Yo Soy Mía.
Para unir a las mujeres en torno a una idea que posea piso sólido hay que andar con sumo cuidado, veamos:
a) No habrá jefatura. Sumisas a los conceptos de los hombres hemos sido; por ello lo más conveniente es empezar por unirnos individualmente, como personas, así pertenezcamos a un grupo religioso, ideológico, político o cultural. Ninguna irá en representación de alguien. Cada una se representará a sí misma.
b) Para evitar discusiones que desunen, lo más conveniente sería que toda aquella que tenga una propuesta la ponga por escrito para ser analizada desapasionadamente. Y si no sabe cómo hacerlo por que su comunicación es oral, facilitarle el acceso a la transcripción o grabación de su idea.
c) Jamás eludir la participación de los hombres y los niños en nuestras reuniones (nótese que no digo niñas y niños porque es absolutista) puesto que ellos son parte de nuestro paralelismo. No se trata de organizar aquelarres.
d) Tampoco, y especialmente, jamás deberíamos aceptar la segregación de minorías (también lo somos por decisión propia, puesto que no exigimos el cumplimiento de nuestros derechos emanados de la Constitución Política.
e) Feminismo, palabra detestable, puesto que con ella nos ponemos en la misma posición que los hombres de antaño: machistas e injustos. Es cuestión de justicia social no de lucha entre los géneros, una guerra de estas dimensiones llevaría a la extinción de la especie.
f) La democracia es la tiranía de las mayorías (nosotras lo somos) tendremos que esclarecer este indiscutible hecho para poder atinar en las decisiones que tomemos cuando el poder llegue a nuestros regazos, que así deberá ser para bien de los hombres, mujeres y niños, desde las regiones colombianas hasta abrazar el orbe.
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