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Las mil y una noches y una noche más

Hablar de ‘Las mil y una noches’ es viajar en el tiempo montados sobre alfombras voladoras, recordando una frase que escuchamos de niños, “Ábrete Sésamo” o tratando de seguirle el paso a “Simbad el marino”, o por qué no, imaginarnos que tenemos la suerte de alguien llamado “Aladino” y anhelar una lámpara maravillosa y que de ella surja un genio que sea capaz de concedernos lo que deseamos.

Hoy, aunque pase el tiempo, más de diez siglos después de su nacimiento, las historias de ‘Las mil y una noches’ aún nos siguen estimulando la imaginación cuando las leemos en cualquier parte del mundo. Grandes escritores y críticos literarios la han tenido en cuenta para esparcir sus letras sobre ellas manteniéndolas vivas y no como simples recuerdos o sueños de niños, pues hasta grandes compañías cinematográficas han llevado a la gran pantalla muchas de sus historias fascinándonos aún como niños aunque ya seamos adultos, y es porque la fascinación de esta obra se suele explicar apelando a su portentosa magnitud narrativa o a su gran importancia histórica en la formación de la identidad del mundo árabe.

En esta fantástica obra que no es otra cosa que la compilación de muchas historias, no hace sino recordarnos que al ser humano le ha fascinado desde siempre oír cuentos, escuchar historias y cuando éstas son contadas por una mujer, en este caso, por la maravillosa Scherezade, quien es el personaje y narradora principal, nos sume en un grado de éxtasis que no culmina sino hasta pretender saciar nuestra curiosidad como viles mortales que somos.

El arte de contar, es, diría yo, el gran tema de este fascinante libro. En la prodigiosa historia de historias que es Las mil y una noches, las narraciones, productos del ingenio y de la sensibilidad, son el arma principal para convencer, asustar, intimidar, manipular, conmover y estremecer hasta los corazones más duros. Siendo extremistas, los cuentos y las narraciones compran vidas y su precio es igual al de ellas. Pero, la obra no es exclusiva de las narraciones como patrimonio único de la mujer, también diría que es profundamente democrático, pues ya, desde el primer relato, El mercader y el Efrit, cuando los sheiks quieren que el genio maligno perdone la vida de su condenado, le ofrecen a cambio cuentos. El genio está dispuesto a romper la ley sagrada del ojo por ojo, pero solo si los cuentos son buenos. Y es que, como se dice en un prólogo escrito, a propósito de esta obra, por Santiago Roncagliolo, junto con la promiscuidad de los cuerpos, Las mil y una noches nos enfrenta a la promiscuidad de los cuentos. Sus narraciones se tocan, se mezclan, se engendran unas de otras, se prohíjan y se contaminan, hasta que resulta difícil determinar cuál es la madre o la pareja de cual otra.

Y es que la propia obra Las mil y una noches es una hija sin padres conocidos. Los críticos y filólogos literarios aún discuten si es árabe, persa, india y hasta china. Y mucho menos sabemos si es el trabajo de un compilador  o el fruto de una creación colectiva. Tampoco está claro si surgió tal como la conocemos, o engordó a lo largo de los siglos de tradición popular agregándose nuevas historias como a un imperio se anexa nuevos territorios. Hasta Alejandro magno entra en una de estas historias y hasta se dice que fue uno de los que ordenó recopilar estas historias, pues no es un secreto que dicho personaje era un amante de la literatura y que además de dormir con La Ilíada, también le robaba el sueño en las noches, las historias de Las mil y una noches.   

Hablar y/o escribir sobre ‘Las mil y una noches’ daría igualmente miles de páginas, todas repletas de historias inundadas de especulación literaria y algo más. Qué maravilla es poder aún soñar con sus historias, embarcarnos en callejones llenos de aceitunas, frutas exóticas, especias y alfombras, ésta es, pues, una bacanal narrativa que nos hace celebrar el gozo de los sentidos, pero también el del intelecto. Los temas de estas historias, en general, son los mismos que encontramos en Shakespeare o en Cervantes: el poder, la aventura, los viajes, la traición. Pero los dos grandes ejes que recorren sus páginas son las relaciones entre sexos y literatura. Mientras ambas cosas sigan existiendo, ‘Las mil y una noches’ seguirá deslumbrándonos con su ingenio y picardía y si algún día dejaran de hacerlo, a los seres humanos no nos quedarían muchas razones para continuar sin ellas.      

Por: Jairo Mejía.

Categories: Columnista
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