Triste fue el espectáculo en Twitter ofrecido por un joven hace algunos días, quien sin ningún recato se regó en insultos contra el doctor Humberto De la Calle Lombana, según él porque debía cobrarle con palabras de grueso calibre su liderazgo en la negociación con la extinta guerrilla de las Farc.
Citar esta infortunada situación de corte derechista no quiere decir que desde la izquierda radical falten blasfemias iguales o peores. Por esto pienso que en nombre de las tales ideologías se toman posiciones tan estúpidas, que ponen en tela de juicio la inteligencia y buen juicio de quienes estrictamente repiten el adoctrinamiento diseñado desde unas antagónicas tendencias políticas.
Por ejemplo, mucho se ha hablado del irreparable impacto ambiental producto de los probados y ya aceptados errores en los diseños de la Represa Hidroituango, los derechistas minimizan el hecho de haber secado la segunda arteria fluvial del país, mientras que los de la izquierda quieren mostrar el proyecto como un elefante blanco, que solo ha traído y traerá desgracias a nuestras comunidades, porque según ellos la adquisición de esos terrenos se hizo cobrando muchas vidas de sus antiguos propietarios.
Si analizamos la crisis venezolana, justifican a Nicolás Maduro en nombre de una identidad política, cuando la realidad es que estos desafueros no tienen que ver con inspiración ideológica alguna, sino con errores en la planeación y ejecución de las políticas macroeconómicas de ese país, sin mencionar la corrupción que desde el gobierno y la guardia llenan de carencias al pueblo venezolano.
Hoy ingenuamente aceptan la causa del apagón en el vecino país como una guerra eléctrica auspiciada por el imperialismo de Estados Unidos, mientras que la derecha radical, incluida nuestra vicepresidenta, se horroriza del hecho cuando poco o nada le interesa la infinidad de colombianos por fuera la red eléctrica nacional o los que sufrimos prolongados apagones y abusos en las tarifas del servicio de energía, especialmente en nuestra costa Caribe.
El uso del glifosato también sirve de pista de competencias en la irreconciliable argumentación política, que en no pocas oportunidades olvida trabajar a favor del bien común. Unos olvidan la letal influencia del narcotráfico y los otros parecen querer utilizar los efectos adversos de este herbicida contra los compatriotas que personifican la inequidad social, precursora de la eterna guerra.
Del proceso de paz ni hablar, los unos además del cese de los fusiles le apuestan a penalizar adversarios del conflicto mientras los otros ni siquiera aceptan que hubo conflicto e insisten en revivir un escenario de guerra, escudados en el sofisma electoral de que ‘el que la hace la paga’, pretendiendo igualmente proteger a los propios y escarmentar a los contrarios. La objeción a la Ley Estatutaria de la Justicia Especial para la Paz es un capítulo aparte.
Ojalá el antagonismo ideológico se utilizara para enriquecer el debate nacional y no solo para capitalizar en causa propia la aprobación electoral de los incautos que como loros repiten acomodados argumentos, en la mayoría de casos contrarios a sus propios intereses. Un abrazo. –