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Las ideologías no son un tabú

Por Luis Napoleón de Armas P.

Todo lo que una persona o la sociedad haga se origina en una idea, las cosas no aparecen de súbito, requieren de un proceso lógico llamado ideología que es la ciencia de las ideas. Pero a esta categoría del pensamiento se le ha satanizado presentándola como extraña y perturbadora de algo que se hizo costumbre y que le ha dado buenos resultados a un sector de la sociedad. 

Vencer la inercia no es nada fácil ni para los cuerpos sólidos ni para el pensamiento. Las élites gobernantes en todo el mundo les tienen pavor a los cambios, prefieren el statu quo creyendo que sus privilegios pueden amenazarse, pero no siempre es así. Más, el juego de las ideas tiene vida, tiene movimiento que no debe detenerse porque explotaría como ocurrió en la revolución francesa y en la bolchevique en las cuales los amigos del todo o nada no tuvieron alternativas, perdieron todo. 

En Colombia esta alternativa es inviable a mediano plazo, pero la situación es patética y no es descartable; aquí han elaborado una narrativa mamagallista con expresiones como “construir sobre lo construido” para detener los cambios; son sofismas de distracción. No siempre se puede construir sobre lo construido, ni en las situaciones físicas ni en las sociales. No es posible construir un edificio sobre una casa de bahareque, construir sobre un estado fallido y mafioso no tiene sentido, hay que edificarlo de nuevo con sismoresistencia ética, refundarlo no como decían los paramilitares, con criterios de muerte y desolación, sino sobre nuevos valores de vida y justicia social. 

Existen muchas maneras de hacer las cosas y funcionan, algunas mejores que otras, hay que probar la mejor. En nuestro sistema planetario, todos, menos Venus, giran alrededor del sol y de su propio eje en sentido antihorario; Venus lo hace perfecto, nunca se ha salido de su órbita. Hasta la naturaleza ideologiza sus procesos. Así pasa con los aspectos socioeconómicos donde interviene el hombre. 

En la discusión sobre la reforma a la salud, los que defienden el actual negocio dicen que está ideologizada, algo inaudito; la ideologización es lo que le da perfil y diferenciación a cualquier proceso. Por supuesto que la reforma propuesta tiene una ideología, no se le está mirando desde el punto de vista de los mercaderes de la salud y de sus lobistas en el Congreso de la República, sino desde la visión de los usuarios de este servicio fundamental. Es el mismo caso del concepto del impuesto; los dueños de los bienes de producción abogan por los impuestos indirectos y regresivos, derecha (p.ej., el IVA), mientras que los pobres de la sociedad prefieren un impuesto directo y progresivo, izquierda (quién tenga más paga más): ambos tienen su ideología y quién no la tenga es un amorfo, que son muchos. ¿Y aquí, sobre qué se construye? En el primer caso sobre la fortuna y en pro de los más poderosos y en el segundo sobre la miseria de los vulnerables. Este es un juego de palabras, pero con mucho sentido. En estas discusiones, ¿a quiénes se les puede llamar intransigentes? ¿A quiénes quieren mantener el statu quo o a los que piden abrir un compás de beneficios para unas mayorías? Son beneficios excluyentes sobre los cuales nada se puede construir. 

Hace algunos años el Ministerio de Educación editó unas cartillas sobre nuevos roles de hombres y mujeres en la sociedad que el machismo derechista diluviano ya había establecido. Enseguida explotó el confesionalismo radical diciendo que a la educación le estaban metiendo ideología de género, esto es, que no habría diferencia de roles entre hombres y mujeres que, según la tradición teocrática, ya estaban definidos en la próstata y en el vientre de la mujer. Eso es cierto, pero excepto el acto de parir, muchos roles se pueden compartir. 

Según la clasificación de Linneo, tanto hombres como mujeres pertenecen al mismo género, el HOMO, y por eso, hablar de ideología de género es redundante. La diferencia consiste en que en biología se habla de macho y hembra, mientras que los conceptos de hombre y mujer son culturales. Las ideologías no son un tabú, son la premisa de cualquier imaginario individual o colectivo. ¿Para qué confundir a la gente? 

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