Nuestra música vallenata nos ha demostrado que tiene más vidas que un gato, hace muchos años le vienen anunciando su decadencia e inclusive hasta su muerte, le han puesto ya hasta fecha de vencimiento, y el vallenato ahí. Nuestros compositores e intérpretes viven reinventándose a cada momento, con tal de no perder vigencia se ha acudido a estrategias de esas que conllevan bastantes riesgos, uno de ellos el de ser tildados de sepultureros de nuestra música.
Yo recuerdo como si fuera ayer, cuando irrumpen muchos músicos vallenatos a componer e interpretar en vez de sones, paseos, puyas y merengues, guarachas, charangas, paseboles, paseaitos y toda una gama de ritmos que solo buscaban airear el vallenato, que lo que querían era darle gusto a la juventud de ese momento que quería “música para mover el esqueleto”.
También recuerdo que por aquella época nadie intentó crucificar a Calixto Ochoa, Alfredo Gutiérrez o Aníbal Velázquez, por solo mencionar tres de los insurrectos, que se atrevieron inclusive a crear nuevos aires, a innovar y resistir las críticas, gustaba tanto aquella música por los años 60 y 70 que los que mandaban la parada en casetas, verbenas y bailes populares eran precisamente ellos, no los auténticos vallenatos, a estos últimos los contrataban solo para tocar parrandas.
Pero también recuerdo cuando agrupaciones como Los Chiches, Los Gigantes, y otros con nombres similares se dan a la tarea de conquistar un público de latitudes y gustos bien distintos, iniciando a buscar canciones con un romanticismo desbordado y con unas tonalidades altas que se adaptarán a sus voces agudas, en esa época sí se atrevieron ya los defensores del clásico vallenato a atacar, e inclusive, a burlarse con epítetos como balanatos, ranchenatos, corta venas y demás.
Desde finales del siglo XX y todo lo que llevamos del XXI venimos conviviendo con lo que algunos denominaron nueva ola, los jóvenes se adaptan y se disfrutan un vallenato en el que prevalecen las melodías no tradicionales y las letras disruptivas, mordaces y hasta groseras, sin embargo, algunos intérpretes se han encargado de darnos gusto a los mayores, grabando clásicos y compartiendo con las dos tendencias.
Los diversos estilos y tendencias también se han acompasado con maneras de vestir, con formas distintas de presentar la música, diferente manera de mostrarse los artistas en la tarima. Desde los uniformes brillantes y llamativos del Binomio de Oro, hasta los super conciertos llenos de luces robóticas y el despliegue impresionante de tecnología que se hace hoy.
Con lo que si no podemos comulgar, es con ese afán de llegar al éxito a costa de lo que sea, hasta degradar su integridad personal y a transigir con sus principios éticos y morales en detrimento también de toda una cultura que espera de ellos ser modelos para las nuevas generaciones. Pienso que como en la política, en el arte y la cultura no todo vale.
COLOFÓN: Hay quienes afirman categóricamente que en el vallenato se acabaron los juglares, eso no es cierto, tal vez buena parte de aquellos que lograron el reconocimiento, si efectivamente se han ido al cielo; pero aún nos quedan algunos y especialmente aquellos que por diversas razones no lograron la fama. En La Parranda de Nain iniciamos este sábado un ciclo de entrevistas con lo que hemos llamado Juglares Ocultos. Los buscaremos en pueblos, veredas y caseríos y los presentaremos en nuestras redes sociales.
Por Jorge Nain Ruíz