El estruendo de un gigantesco y frondoso árbol de mango estremecido por la fuerte brisa decembrina, es la señal principal para que Daniel Urbina se motive a descolgar su cometa que todas las tardes guarda en su amplio cuarto adornado por juguetes infantiles.
Son las 2:00 de la tarde. Los vientos que provienen de la Sierra Nevada arropan el cielo vallenato como dándole la bienvenida a una tarde, de esas que levantan faldas, pero también se convierten en herramienta natural para promover una tradición sobre los cielos veraneros.
Daniel sonríe mientras echa a su espalda la cometa diseñada con caña brava y papel de colores alusivos a su equipo del alma: Junior de Barranquilla. Camina media cuadra para llegar al parque del barrio Cinco de Noviembre de Valledupar, en donde hay espacio suficiente para elevar su barrilete, que no supera el medio metro.
La fuerte brisa alcahuetea su entusiasmo y de un momento a otro, el cielo le da la bienvenida a su cometa, la cual sujeta con el tradicional nailon blanco. Una cola de curricán de dos metros se agita de un lado a otro como coqueteándole al hálito envuelto en un resuello por las alturas.
De un momento a otro, decenas de cometas se confunden en la atmósfera vallenata. Papagayos, barriletes, mellas adornan el cielo como queriendo adornar la llegada del Niño Dios. Al lado de Daniel está su padre, el mismo que lo acompaña todas las tardes para evitar cualquier contratiempo.
“Le diseñé una cometa porque es una tradición que siempre he practicado, mi papá me enseñó a hacerlas en todas las modalidades, ahora quiero que mis hijos también se recreen y se diviertan de la misma manera. Es una forma de ganarle la batalla al tiempo libre, aprovechando que en diciembre las brisas son mayores”, aseguró Leonardo Urbina, padre de Daniel.
Ratos de ocio
En la época de fin de año, en los que el viento toma fuerza, una de las mejores opciones para salir de la monotonía y tener algo divertido que hacer, es volar cometas, considerada una de las buenas aficiones que deben aprovecharse en los ratos de ocio.
Esta tendencia de las cometas, ofrece salir del encierro de las cuatro paredes para disfrutar del aire libre, compartir en familia y con amigos y además demostrar las habilidades a la hora de volar estos ‘pájaros’ que uno mismo puede fabricar o comprar en diferentes sitios, como son los separadores de la ciudad.
Volar cometa es una opción para sentir la libertad, medir la fuerza del viento y enseñarles a los niños que hay otras maneras de divertirse. Hay para toda la familia, desde las de un hilo para los pequeños, hasta las de tracción para los más fuertes, pasando por las acrobáticas de dos hilos para los habilidosos.
Es uno de los juguetes infantiles más populares entre los niños de todas las culturas. Muy poco se sabe acerca del origen de la cometa. Algunas leyendas mencionan China como el primer país donde se vio volar una cometa. Japón, así como otros países orientales, también señalan la cometa en sus leyendas.
Medio comercial
Miguel Ángel Martínez hace su agosto en noviembre, diciembre y enero. Tiene más de 20 años diseñando cometas para venderlas en varias ciudades de la costa. Este bogotano aprovecha la temporada para fortalecer sus ingresos, tiene puntos de venta en las glorietas de Hernando de Santana, María Mulata y Pedazo de Acordeón.
Construye todo tipo de cometas en plástico, utilizando dos palos finos de madera o bambú o metal, aunque lo tradicional es utilizar la caña brava.
Al día diseña entre 50 y 60 para venderlas entre 7 mil y 15 mil pesos cada una, dependiendo el modelo que el cliente solicite. Mientras las cometas son diversión para niños y adultos, para sus fabricantes y vendedores son ganancia gracias a los fuertes vientos y las buenas ventas que se perciben en esta temporada.
Aun así, a estos artesanos del vuelo les encantaría vender sus creaciones durante todo el año para garantizar su estabilidad empresarial y asegurar el sustento de sus familias.
Costumbres pueblerinas
Aunque en las grandes ciudades, volar cometa se convirtió en un espacio de recreación, en algunos pueblos de la costa lo toman como un reto entre dos para sacar de órbita a su contendor.
Luis Almanza, un obrero magdalenense, oriundo de El Banco, Magdalena, recordó que “cuando volábamos cometa siempre nos sorprendía una que estaba detrás de nosotros, venía con una cuchilla pegada al rabo a cortarnos nuestra cometa, era una lucha sana que había que afrontar y muchos jóvenes estaban a la expectativa del desenlace, algunas veces nos fuimos a los puños, pero son épocas de pelaos, costumbres que poco a poco se han ido perdiendo”.
Para volar cometas hay que buscar zonas sin construcciones altas adelante o atrás, porque el viento hace giros extraños y puede dificultar la manipulación de las mismas; alejarse de las avenidas para evitar accidentes. Es fácil saber hacia dónde sopla el viento. Un pañuelo o un poco de pasto lanzado al aire le dirán la dirección.
Póngase de espalda al viento y extienda la línea de tal forma que el aire toque primero el frente de la cometa. Hay que tener en cuenta que si su ‘pájaro’ aéreo es pequeño, el hilo debe ser delgado y liviano, para no generar más peso.
Nibaldo Bustamante/EL PILÓN