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Las circunstancias de la vida

“Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar”. San Lucas 5,4.
Después de su primer encuentro y cambio de nombre, Jesús tomó a Pedro y le guió paso a paso hacia la madurez. En ese segundo encuentro relacionado con circunstancias de la vida, le ocurrieron dos cosas a Pedro. En primer lugar, tuvo una clara visión de sí mismo. Después de haber trabajado toda la noche y no haber pescado nada, en esa pesca milagrosa donde recogieron tal cantidad de peces que ya su red se rompía, Pedro comprendió que no era digno de estar con Jesús; por eso cayó de rodillas en absoluta sumisión, diciendo: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador”.

En segundo lugar, también vio lo que podría llegar a ser. “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. En aquel primer encuentro, Jesús le había prometido que obraría sobre él y sería una roca, pero en esta segunda vez, empezó a detallarle la misión de su vida. En aquella primera vez, Jesús le dio una promesa, ahora le trazó un plan de vida.

Pedro respondió con una total entrega, “trajeron a tierra las barcas, y dejándolo todo le siguieron”. No dudo que Pedro era un gran trabajador, esforzado y exitoso, pero cuando Jesús le invitó a asociarse con él, no tenía idea lo fructífera que su vida vendría a ser. De allí la importancia de la compañía con Dios y de trabajar junto a Jesús.
Cuando Cristo toma nuestras vidas, nos da un nuevo sentido de misión y de destino. Promete perdonarnos, bendecirnos, y hacernos crecer hasta la madurez. Luego, poco a poco, comienza a guiarnos señalándonos el camino y mostrándonos lo mejor de nuestro futuro.

Pedro estaba arrodillado, pensando que Cristo iba a rechazarle, porque era un pecador; sin embargo, lo que ocurrió fue la confirmación de su llamamiento.
Muchos tenemos la idea de que acercarnos al Señor, implica arremangarnos y trabajar sudorosamente para él. Prometemos fidelidad, consagración, dedicación, devoción y amor, pero con el paso del tiempo, nos vamos enfriando y las decisiones se dilatan.

Debemos aprender la lección que Dios enseñó a Pedro, no podemos hacer las cosas nosotros solos. Los grandes logros y los proyectos exitosos, no podemos desarrollarlos solos; debemos aprender a trabajar en equipo y a someternos al Señor. Este es el mejor equipo, Dios y nosotros.
Los egocéntricos piensan que memorizar unos textos bíblicos, leer un par de libros cristianos y saber algunas anécdotas de algún libro de sermones, son suficientes para hacer un buen trabajo para Dios. Pero, aunque esto es válido, no es suficiente en sí mismo, se necesita la subordinación y el sometimiento sincero a la voluntad de Dios.

La gran lección que podemos aprender de este segundo encuentro de Pedro con Jesús, es que no es tan importante lo que nosotros podamos hacer para Dios con nuestros propios esfuerzos, sino lo que Dios hará en nosotros y a través de nosotros cuando le permitamos tomar el control de nuestras vidas. No es lo que hacemos para Dios, sino lo que Dios quiere hacer en nosotros y por nosotros lo que cuenta.

La falta de valor y obediencia tiene como resultado una vida sombría, estéril e infructífera, una vida de desaliento. Es posible que llevemos tiempo luchando por obedecer la palabra de Dios, pero si confiando en su palabra, nos atrevemos a bogar mar adentro y tiramos otra vez la red, gozaremos de la plenitud de Dios y veremos el resultado de una pesca milagrosa. Obedezcamos al Señor, esperando un milagro cada día. Abrazos y bendiciones.

Valerio_Mejia_Araujo: