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Las barras ¿pasión, vandalismo o sangre?

Algunos de sus integrantes son hinchas fieles, pero otros se filtran para actuar como delincuentes.

“Samario soy, Unión es alegría de mí corazón,
es mi vida mi gran pasión, más allá de todo
a mí no me interesa en que cancha juegue,
local o visitante yo siempre te vengo a ver”

Tristeza y resignación: dos palabras que corren por las venas de Katerin García, una barrista del Unión Magdalena a la que la muerte le ‘coqueteó’ por culpa de una pasión que luego se convirtió en tragedia.

Su mundo cambió desde aquel 10 de abril de 2016 cuando una ‘mula’ le cercenó su pierna izquierda en medio de una celebración por el triunfo de su equipo del alma; fue un acto de intolerancia por culpa de una camiseta de color distinto.

Acostumbrada a largas y clandestinas travesías en ‘mula’ para apoyar a su querido ciclón, Katerín encontró su desdicha, la misma que la ayudó a ver la vida de otra manera y alejarse de un mundo sin norte, como califica ella a aquellos barristas que exponen sus vidas en las carreteras, detrás de una recompensa que jamás llegará.

“Yo estaba celebrando el triunfo del Unión Magdalena con unos compañeros de la barra Garra Samaria en un estadero ubicado en la vía alterna, cerca de la entrada al barrio El Pantano de Santa Marta, eran como las 9:45 de la noche cuando yo estaba bailando y una hincha de Nacional me empujó hacia la carretera, una ‘mula’ iba pasando y me destrozó la pierna, eso fue horrible porque quedó vuelta nada”, recordó la mujer de 24 años, ahora residente en el barrio Siete de Agosto de Valledupar.

Reconoció que “son cosas que ocurren por culpa de una camiseta, la muchacha que me empujó y yo habíamos discutido antes, por ahí cerca también estaban unos pelaos de la barra Los Cuervos del Junior de Barranquilla”.

Con voz entrecortada, Katerin contó su infortunio; se arrepiente de ese mundo nómada del mal llamado hincha que expone su vida detrás de un sueño que nunca se cumplirá. “Tenemos que estrellarnos para darnos cuenta de la realidad de la vida, nosotros no existimos para los jugadores y ellos sí existen para nosotros, ser barrista no es pelear ni ser delincuente, es alentar con el corazón a nuestro amado equipo durante los 90 minutos, respetarnos nosotros mismos y querer nuestras vidas”, reconoció la mujer.

Ahora sus muletas son sus fieles acompañantes; no se le arruga a las adversidades porque aprendió a valorar la vida, más aún si Dios le dio una segunda oportunidad para vivir.
El testimonio de Katerin es el resultado de una decena de situaciones desencadenadas por la intolerancia en medio de la pasión por un color de camiseta que luego se convierte en un detonante gestor de violencia y problema de convivencia.

¿Un cáncer?
Hablar de los problemas sociales de Colombia, prácticamente, es un tema que no tiene fin. Guerra, narcotráfico, corrupción, falta de oportunidades, delincuencia común, indiferencia de las autoridades y desigualdad social son males que vienen atacando a la nación hace décadas.
Por eso de manera constantemente en Colombia nacen nuevos flagelos que atentan contra la dignidad humana. Las barras bravas, por ejemplo, son uno de esos cánceres de la sociedad colombiana en decadencia surgidos en los últimos 15 años.

El fútbol es el deporte más popular del país. Hombres, mujeres, niños, jóvenes y ancianos vibran con el deporte en casi todas las regiones del país. Por desgracia, hace más de una década y media en Colombia la pelota se asocia con un índice desgarrador de muertes entorno a los eventos deportivos.

Ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, entre otras, han puesto las cuotas más altas de vidas humanas pérdidas durante este tiempo, según datos del portal Las 2 Orillas.

Desenlace fatal
La pasión por apoyar a su equipo favorito motiva a que algunos integrantes de barras asuman el riesgo de viajar como polizones, preferiblemente, en vehículos de carga pesada; en algunos casos el desenlace es fatal, tal como ocurrió el pasado 4 de marzo cuando Glen Lizcano Rincón, integrante de la barra Los Cuervos de Barranquilla, cayó al pavimento cuando ‘clandestinamente’ viajaba en una tractomula y fue arrollado por un vehículo similar en la vía Sampués-Sincelejo. La muerte le impidió ver el partido Junior-Rionegro.

Algunas veces el encuentro entre hinchas de equipos diferentes genera brotes de enfrentamientos que algunas veces terminan en hechos lamentables tal como ocurrió el pasado 25 de diciembre, cuando Harley David Ensuncho Charrys, un hincha del Junior de Barranquilla, fue asesinado a puñal, al parecer por un integrante de una de las barras del Valledupar Fútbol Club, en medio de una riña registrada en el balneario Hurtado de la capital del Cesar.

Meses atrás, el 27 de marzo de 2015, Andrés Camilo Valverde Armenta, un seguidor del Valledupar Fútbol Club, fue asesinado a machetazos por dos hinchas del Deportivo Pereira. Su muerte fue el resultado de un enfrentamiento entre los fanáticos de los dos equipos cuya cita se había planeado a través de la red social Facebook.

Los hinchas ‘matecañas’ llegaron hacia las 10:40 de la noche a bordo de ‘mulas’. En la entrada a Valledupar, en inmediaciones a la glorieta del Obelisco, los hinchas verdiblancos esperaron a sus enemigos. Cuando estos llegaron se generó la riña.

El hecho violento más reciente que involucra a un miembro de barras se registró el pasado 22 de junio pasado cuando fue asesinado Víctor Andrés Orsinis Castro, de 17 años, cuando conversaba con compañeros de barra en la cancha del barrio Villa Miriam de Valledupar.

Sin embargo, las autoridades descartaron que se tratase de una acción desencadenada por el color de una camiseta o represalias por hinchas de otro equipo.

En Colombia existen 36 equipos de fútbol. Cada equipo tiene como mínimo una barra que alienta siempre, pero no todas son barras bravas, es más, en Colombia se puede decir que no hay barras bravas sino que hay hinchadas que son respetadas por su forma de actuar y la forma como lo hacen, que en algunas ocasiones acuden a la violencia.

Las ‘barras bravas’ se convierten para quienes asisten a las mismas en más que una familia, un espacio donde confluyen ideales en busca de un mismo fin y donde al individuo le permiten una liberación de sus tensiones, todo en búsqueda de mantener el símbolo de unión y victoria en que se convierte el equipo amado. En Colombia estas agrupaciones las integran jóvenes entre los 13 y los 26 años, mientras que en otros países las conforman personas de 50 y más años, ya que allí es una tradición más arraigada y el fanatismo es mayor.

Las barras más populares en Colombia son: Los del Sur (Atlético Nacional), Barón Rojo (América), Comandos Azules (Millonarios), Rexistenxia Norte (Medellín), Olocasuto (Once Caldas), La Guardia (Santa Fe), Frente Radical Verde (Cali); Los Cuervos y Pasión Rojiblaca (Junior de Barranquilla).

“En Valledupar no están organizadas”

La promotora de deportes del Instituto Municipal de Deportes de Valledupar, Indupal, Karina Lobo Tovar, dijo que “las barras no están organizadas, en estos momentos tenemos a más de 150 personas inscritas como integrantes de las barras del Valledupar Fútbol Club, íbamos a carnetizarlas pero a raíz de la nueva legislación esto se aguantó un poco. Lo que sí está organizado son las cinco barras de las filiales de equipos como Junior, Nacional, Valledupar, América y Unión Magdalena, quienes vienen trabajando en aras de la reconciliación y la paz entre ellos. Lo que no se puede esconder es que hay algunos infiltrados que van a fomentar violencia, algunos de ellos se ponen a pedir plata en los alrededores de los estadios”.

Jonatan Polentino, hincha del Atlético Nacional en Valledupar, dijo que “hace algunos años los barristas eran odiados, pero muchos se han organizado pensando en acabar con esa violencia, incluso ya en los estadios no hay mallas de contención, ahora hay un contacto más cercano con el resto del público”.

La misma apreciación tiene Iván Noriega, seguidor de América de Cali e integrante de una de las barras del elenco verdolaga en la capital del Cesar. “La gente se aburrió del vandalismo, esa gente ya la están sacando del estadio porque lo que hace daño es que algunos se disfrazan de hinchas, hay barras organizadas que viajan legalmente, pero hay otros que lo hacen ilegalmente y con la intensión de generar problemas al interior o por fuera del estadio”, aseguró el hincha
Sobre el tema, el sargento de la Policía Nacional, Jhon Justinico, encargado de regular el comportamiento de las barras aseguró que ellos hacen vigilancia constante para evitar el ingreso de armas blancas, tenemos un servicio de evacuación para garantizar la seguridad, mientras no terminen el estadio no se permitirá el ingreso de barras de otros equipos”.

Con el fin de garantizar un buen desarrollo del espectáculo deportivo, se instalarán cámaras de identificación facial y control biométrico, para detectar a los violentos y alejarlos del espectáculo. El proyecto comenzará en las ciudades de Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla y Manizales.

¿Y la solución?

En Inglaterra lograron ponerle freno al fenómeno de los ‘hooligans’. Lo hicieron con medidas como modernizar sistemas de seguridad e infraestructura de los estadios, subir el precio de la boletería y crear normas y leyes ejemplarizantes. En Europa es delito tirar una botella a la gramilla o si quiera tocarla; en Colombia no, porque el panorama legal en nuestro país se complica aún más porque buena parte de los miembros de las barras bravas son menores de edad.

Arrollada por una ‘mula’, Katerin García perdió su pierna izquierda cuando fue empujada por una hincha de Nacional.
Algunos de sus integrantes son hinchas fieles, pero otros se filtran para actuar como delincuentes.
Las barras en Valledupar: entre el vandalismo y la pasión.

Por Nibaldo Bustamante De la Cruz

 

 

Periodista: