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‘Las amistades peligrosas’ 

Por Donaldo Mendoza.

‘Las amistades peligrosas’ (1782), única novela del escritor-soldado Pierre-Ambroise Choderlos de Laclos (Francia, 1741-1803), está escrita en la narrativa polifónica del género epistolar. Es otro eslabón europeo en la saga de novelas que en los siglos XVIII y XIX se escribieron bajo el signo de la literatura española, específicamente el teatro y la novela. Recordemos la marca del «Quijote» en «Tom Jones» y «Madame Bovary», y ahora «La Celestina» y «El burlador de Sevilla» en la obra de Pierre Laclos.      

Para mostrar esas ‘amistosas afinidades’, dejo de lado el habitual resumen de la obra y muestro a cambio caracteres de los personajes principales. En efecto, Celestina halla su eco en la Marquesa de Merteuil, una viuda perversa, que no arregla matrimonios, pero sí haya medios para que el burlador de la novela corone cada aventura amorosa; Vizconde de Valmont, el ‘amistoso Don Juan’, antes de morir en un duelo de honor, funge de libertino y seductor profesional; la señorita Volanges, recién salida del convento, ve perdidas sus inocentes virtudes en los brazos de Volanges; la señora Tourvel, es la mujer austera y virtuosa, ingenua y víctima propiciatoria, que vindica su honra burlada encerrada en un convento. Danceny, cumple el rol de antagonista de Volanges, para que este pague en el duelo sus infracciones a la moral. 

Con esos arreglos en la trama de su novela, Laclos hace el quite a la censura, y de ese modo se permite, mediante recurso dialéctico, enfrentar al héroe con el entorno en que le ha tocado vivir. En consecuencia, ‘las amistades’ de Laclos son un espejo de la sociedad francesa del siglo XVIII, de la alta y media burguesía, “que se rige aún por la diferencia de clases, por el poder del dinero y el control de la moral privada del individuo por parte de la colectividad”.   

En apariencia, el héroe de la novela es el travieso seductor; pero conforme se avanza en la lectura, el rol de la mujer se hace cada vez más relevante. En ese orden, el tema no es la seducción sino el amor, pero no el romántico, otro; un amor de algún modo emancipador. Bien se sabe que para la época, sexo o erotismo eran temas vedados, o mencionados en baja voz en conversaciones de salón. Laclos nos permite leerlo de otra manera y hacer inferencias.

Revela lo que solo es posible desde la moral transgresora del artista (escritor). En la prisión prematrimonial de la mujer, sexo y erotismo son imaginarios reprimidos; pero no hay siete llaves que impidan la entrada de lo que natura grita y, en consecuencia: el adulterio. Contra toda convención, se presenta como un ejercicio de libertad personal, en la aventura o en el descubrimiento del propio cuerpo. Es lo que está sucediendo en el humanista, burgués y racionalista siglo XVIII francés. Con dos morales enfrentadas:

«La moral pragmática del siglo XVIII invierte los objetivos de la moral tradicional; si estos estaban ligados a la represión del yo a través del castigo del cuerpo y las pasiones, la moral del siglo XVIII, contaminada del libertinaje filosófico y hedonista, tratará de buscar caminos a través de los cuales se pueda acceder a la libertad del yo, y, en ella, al placer de los sentidos y del espíritu». A reflexiones de ese tenor nos enfrenta «Las amistades peligrosas». 

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