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Las afugias fiscales

Por: Amylkar D. Acosta

Resultan muy interesantes las declaraciones tanto del Presidente electo como del designado Ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry, con respecto a los planes de privatización que traía el gobierno saliente. Al preguntársele si estaba dispuesto a vender la participación de la Nación en ISAGEN y ECOPETROL, Santos fue tajante al responder que “no es sano para una economía vender activos que son muy productivos: simple y llanamente para tapar un hueco fiscal, porque se tapa una sola vez y después vuelve y se repite y se queda uno sin el pan y sin el queso”.
En ello coincide con Pardo, Petro y Vargas y no es para menos, pues como afirman los ingleses uno no puede comerse un pastel y al mismo tiempo tenerlo. Con mucha razón sostiene Echeverry con respecto a la posibilidad de tales enajenaciones que “no es bueno vender la nevera para comprar mercado, de manera que no hay una urgencia para hacerlo”.
El confía en que “con las proyecciones, por ejemplo del aumento de regalías y una serie de reformas que vamos a hacer, no va a haber necesidad de una reforma tributaria”, descartándola de plano como alternativa para financiar el abultado déficit que heredará la nueva administración de la actual. Ya anunció que “Hay que reformar las regalías, hay que reformar la salud, hay que hacer un plan de choque de empleo con una ley de formalización y hay un cúmulo de reformas”. Cómo piensa Santos, en principio, enjugar el actual déficit? Estas son sus palabras: “estimamos que el tema minero, incluyendo regalías, puede aportar cerca de 2% del PIB; la formalización, 0.8%; la reducción de las exenciones, 0.3%; el incremento del recaudo, 0.6% y las mejoras en eficiencia, 0.4%”.
Colombia está empezando a vivir un nuevo boom de la minería y el petróleo, de hecho en los últimos años más del 90% de la afluencia de inversión extranjera directa (IED) se ha orientado a tales desarrollos aupados por la gran voracidad de China y la India, las dos nuevas locomotoras de la economía global. Se habla de más de US$42.000 millones de dólares de inversión en dicho sector de aquí al 2015, lo cual le plantea un enorme reto al país, pues su monetización puede causar serios traumatismos de contraerse la enfermedad holandesa. De allí la necesidad de restablecer mecanismos como el que enhorabuena se estableció en el país en 1995, pero que posteriormente se ferió desacertadamente en víspera del coletazo de la gran crisis global enredando su manejo. Se trata de congelar parte de los recursos proveniente de la bonanza de precios del carbón, petróleo y níquel, en dólares o en euros, fundamentalmente con la doble finalidad de ahorrar en la época de las vacas gordas y disponer de tales recursos en la época de las vacas flacas para poder hacer política fiscal contracíclica, al tiempo que se evitaría de esta manera una presión adicional sobre la tasa de cambio que tanto daño hace a los demás sectores exportadores. Así lo han hecho Noruega y Chile, con mucho éxito.
Este Fondo sería parte integral de la propuesta Regla Fiscal, que busca básicamente obtener un superávit primario del 1.5% del PIB como mecanismo de estabilización fiscal, fórmula esta que cuenta con un gran consenso en el país. Este, entre otras cosas, es uno de los prerrequisitos para que la economía colombiana recobre la calificación Grado de Inversión de su deuda soberana que perdió hace más de una década. Y este no es un asunto de poca monta, pues, como lo afirma la revista Dinero “en el mundo de hoy, el Grado de Inversión es un estándar para quienes aspiran a mantenerse en la mira de los inversionistas internacionales…En tanto no tenga grado de inversión, Colombia estaría en un alto riesgo de un cierre de crédito”. Como si esto fuera poco, “el grado de calificación determina el costo del financiamiento del gobierno…El costo del capital en países con Grado de Inversión es menor y esto se constituye en una variable crítica para las empresas que necesitan competir con rivales extranjeros”. Tal vez el mayor obstáculo para lograr este cometido ha sido el desbarajuste fiscal; de modo que sin disciplina fiscal no vamos a ningún Pereira.

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