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La viga en el ojo propio

“Cada día trae su afán” dice un sabio adagio popular. En este gobierno ese dicho ha cobrado vigencia. Cada día nos levantamos a las 6:15 a. m., como de costumbre encendemos el radio en la frecuencia 93.9 -la básica de RCN que exitosamente transmite las noticias de Luis Carlos Vélez y su gran equipo-, y nos preparamos para un vendaval de informes producto de investigaciones de periodistas que están dedicados a mostrarle a Colombia y al mundo, el verdadero “talante” de la izquierda que nos gobierna. Ahora, el escándalo de la mal llamada “Sneyderpolítica” tiene a Petro y a su recua contra las cuerdas. Las ratas de alcantarilla que lo acompañan ahora, en plena crisis, saltan del barco y se alejan del gobierno que ayudaron a elegir y al que se deben. Porquerías…

Lo que estamos viviendo no es sorpresa para nadie, no puede serlo. Este es un escándalo más, de los muchos que desde hace años han involucrado a estos siniestros personajes que posaron de santos y son los perores demonios: fajos de billetes en bolsas -recuerden a Petro recibiendo platica y metiéndola en bolsas de papel-; morrales -recuerden a Roy Barreras cuando recuperó un morral lleno de billetes que había dejado olvidado en el lobby del Hotel de la Ópera ubicado frente al Palacio de San Carlos en el centro de Bogotá-; maletas -como aquellas que afirman que fueron robadas del apartamento de Laura Sarabia y que generaron todo lo que ya sabemos acerca de Marelbys Mesa-; los recursos que tanto Nicolás Petro -hijo del guerrillero- como Juan Fernando Petro -hermano del guerrillero- reconocen que entraron de manera ilícita a la campaña y que sirvieron para muchas cositas; los sobrecostos de los carrotanques de La Guajira; la repugnante campaña presidencial en la que enlodaron contrincantes con mentiras cuando el señor Guanumen ordenó “correr la línea ética”. Todo eso es lo que han hecho durante años, ¿recuerdan a los hermanos Samuel e Iván Moreno Rojas? Sí, los del carrusel de la contratación en Bogotá, de la izquierda democrática. Son los mismos, son lo mismo, hampones, corruptos, porquerías…

No nos cansaremos de apoyar al periodismo colombiano, que a costa de apostar por la verdad corre riesgos que ponen su vida en peligro. Gracias por su trabajo, por investigar y llegar hasta el fondo de hechos que hoy tienen al gobierno del cambio sin argumentos para defender las actuaciones de varios de los suyos. Tantos años que Petro se dedicó a pedir la renuncia de gobernantes por mucho menos y ahora, mira para otro lado, se hace el pendejo y, de paso, nos cree pendejos. Se me hace estarlo viendo cuando le pedía a la exministra Abudinen que renunciara por el tema de los 70 mil millones de pesos. ¿Y ahora? Estamos hablando de compra de votos, de elección untada de corrupción, de hurto de recursos públicos, de coimas, ese es el cambio. Porquería…

Me genera mucha curiosidad saber qué están sintiendo los verdes y la izquierda al ver cómo se desdibuja su compromiso de lucha contra la corrupción. ¡Es que ellos son la corrupción! Han llegado a gobernar con la meta clara de llenarse los bolsillos con la plata que debería destinarse a inversión social. Las personas más afectadas por Petro son las que votaron por él, el que llaman pueblo. Petro maltrató al expresidente Duque por posibles alzas en el precio de la gasolina y por proponer una reforma tributaria y en menos de 2 años de gobierno se raja en ambos temas. Siempre “han visto la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”. Porquerías…

Y eso que no hemos olvidado los costos de las millonarias compras realizadas para la Casa de Nariño recién se posesionó Petro, tanto de compras de muebles y electrodomésticos como del mercado mensual que raya en lo inverosímil. Llegaron a posiciones de poder para abusar del erario, para apropiarse de la plata de todos, llegaron allí para delinquir. Porquerías…

Exigimos que las autoridades protejan tanto a Olmedo López -exdirector del UNGRD–, como de Sneyder Pinilla -exsubdirector de la misma entidad-. Lo que tienen que contar tiene temblando a este gobierno de porquería.

Jorge Eduardo Ávila

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