X

La vida después de la cárcel

Una de las grandes tragedias que puede vivir una persona o una familia entera es soportar la privación de la libertad de uno de sus miembros, es una verdadera desgracia, no importa si al final del proceso penal consigue la absolución, el tiempo transcurre pensando en los peores escenarios y calculando la estrategia de defensa.

En las facultades de derecho enseñan que uno de los fines de la pena es la resocialización del individuo, en teoría la pena no tiene como fin único el castigo, aunque podemos concluir que como imposición la pena como castigo es una facultad del Estado y la resocialización depende de la voluntad de la persona, sobre esto último, muchos viven la condena incluso después de su libertad, no soportan ese peso, siguen lamentando su suerte y en todo momento lo exponen como una manera de desahogo o viven eternamente como víctimas sin perder oportunidad de culpar a otros de su condena.

En el libro ‘Conversaciones conmigo mismo’, una recopilación de cartas de Nelson Mandela durante su cautiverio, hay un relato muy interesante, durante su juicio decidió tomar la palabra para defenderse y defender a sus compañeros; sabían que el régimen los condenaría a la pena capital, pero después de la intervención de Madiba el juez descarta la pena de muerte y los condena a cadena perpetua, Mandela mira a sus amigos y les dice: “Nos salvamos”.

La expresión de Mandela representa la esperanza, mientras la vida se preserve la esperanza se mantiene, la esperanza de ver a los seres amados, la esperanza de un mejor futuro, la esperanza de la libertad, aunque claramente no es fácil, requiere de un gran poder interior y el descubrimiento de los talentos incluso aquellos nunca experimentados y el responder un interrogante fundamental: ¿qué le puedo aportar a la sociedad? Aquí está la clave, descubrir cómo se le puede ser útil incluso a un mundo diseñado para despreciar y rechazar a quien cayó en el lodo, pero ese mundo también ha sido diseñado para admirar y recompensar a quien pueda transformar su infortunio en una escalera hacia la cúspide.

No es del caso dar ejemplos con nombres, pero después de los efectos de la llamada parapolítica, muchos políticos del Cesar desaparecieron de la vida pública, uno que otro aparecía dando algunas declaraciones sobe un tema cualquiera o aprovechaban una intervención en espacios de radio, pero realmente se dieron por vencidos, no lideraron nada más, teniendo aún mucho por ofrecer y participar en decisiones importantes, no necesariamente el escenario electoral era su vida, su vida es ahora y podían encontrar una causa que les permitiera regresar no como políticos pero sí como referentes de lo que se puede hacer después de pasar un trago amargo como la prisión.

Gustavo Álvarez Gardeazabal, escritor y político del Valle del Cauca, pasó por la cárcel en medio del tornado provocado por el proceso 8.000 y al salir se vinculó al programa de sátira política “La luciérnaga” en Caracol y su hacienda se convirtió en sitio de reflexión de figuras nacionales de todas las orillas. El de Álvarez es otro caso de resurrección, ahí es determinante encontrar el propósito o como lo escribió Viktor Frankl: buscar el sentido de la vida así sea con algo muy básico pero que pueda llenar de luz nuestra existencia y traspasar la frontera de lo ordinario a lo extraordinario.

Carlos Andrés Añez Maestre

Categories: Columnista
Carlos Andrés Añez Maestre: