X

La vía es el desarrollo económico local

Por estos días las noticias económicas son tan desalentadoras como las sanitarias, toda vez que por un lado vaticinan la posibilidad de un nuevo virus, casi imposible de contener con los elementos disponibles actualmente, al tiempo que, por efectos del cambio climático, el desabastecimiento de materias primas, las altas tarifas y escasez de contenedores para el transporte internacional, estaremos abocados a padecer una hambruna de proporciones bíblicas.  

La pandemia no nos ha hecho mejores seres humanos, pero a la fuerza aprenderemos que la economía va de la mano de la salud, así nos rehusemos a reconocer esa simbiosis, cuando ignoramos que nuestra vida cambió no solo por la implantación obligatoria de las medidas de auto protección, vigentes hasta que tengamos claro el horizonte endémico, sino por el obligado rediseño de estrategias de producción, transporte y comercialización de nuestros alimentos, cada vez más costosos e insuficientes, porque equivocadamente descuidamos la protección del producto local como principio fundamental de nuestra seguridad alimentaria. 

Nuestro facilista modelo económico se consagró a la financiación de gastos oficiales y políticas públicas mediante la extracción de minerales, impulsando asistencialistas programas rotulados como sociales, que de alguna manera han contribuido con la anestesia del emprendimiento local, sacrificando la conquista de mercados, hasta quedar todos dependiendo de una actividad que no es la nuestra. La bonanza minera.

Con lo que no contábamos era con los efectos colaterales al confinamiento social y disminución de la producción mundial de materias primas durante los picos de la pandemia. Resulta que ahora en plena recuperación económica dependemos de las onerosas condiciones que imponen las navieras y la precariedad en disponibilidad de insumos, situación que se refleja en un aberrante aumento de la inflación, la cual incluso ha terminado con el cierre temporal o definitivo de plantas de producción. 

Para graficar de alguna manera la crisis, Diego Mauricio Gaitán, gerente de la Desarrolladora de Zonas Francas, dice que “los costos de los fletes han llegado a subir entre 6 y 7 veces. Un contenedor de China a Colombia que se contrataba entre US$1.500 y US$2.000 antes de pandemia, hoy está de US$13.000 a US$15.000 si se consigue disponibilidad en la naviera, pues priorizan las rutas hacia oriente y podrían empezar a cerrar vías a Sudamérica”. Por su parte, los analistas de The Washington Post vaticinan que “ante la escasez generalizada de contenedores, en navidad habrá una menor oferta y precios más altos en regalos como consolas de videojuegos, televisores, juguetes o zapatillas”

La producción nacional de alimentos está en jaque y entre los más afectados están los avicultores. Gonzalo Moreno, presidente de la Federación Nacional de Avicultores de Colombia (Fenavi), aseguró que el costo de la materia prima se ha triplicado en el último año y medio. El maíz en la bolsa de Chicago pasó de 190 a 220 dólares la tonelada, mientras que según el Departamento Administrativo de Estadística (Dane), el 59 % de los herbicidas y el 52 % de los fertilizantes presentaron incrementos de precios frente a los reportados en julio de 2021.

 Ante este panorama no queda alternativa diferente a olvidarnos de los contenedores, navieras, aranceles e importadores tratados de libre comercio, los cuales en su momento fueron presentados como la gran panacea, pero que hoy mundialmente han ido mutando al proteccionismo que celosamente promueve el desarrollo económico local. 

Estrategia que adorna los planes de desarrollo de departamentos y municipios, pero que en la práctica es solo un saludo a la bandera. Literatura suficiente hay, solo falta una adecuada gestión gubernamental, para alcanzar la riqueza derivada de la producción de alimentos y manufacturas, de acuerdo al nuevo equilibrio de oferta y demanda. Piénsenlo mandatarios. Un abrazo.

@antoniomariaA. 

Categories: Columnista
Antonio_Maria_Araujo: