Este artículo es continuación de uno publicado recientemente, sobre estos temas de crecimiento económico y empleo, o mejor sobre el grave desempleo que sufre este país desde hace varios años. Lo primero que debo advertir, insisto en ello, es que Colombia presenta una alto índice de desempleo desde antes de la bendita pandemia del covid-19, con una tasa de 10,5 por ciento de desempleados. En valores absolutos de entonces eran unas 2 dos millones cuatrocientas mil personas, aproximadamente. Esto, sin contar las afectadas por el subempleo y la informalidad.
La llegada de la pandemia, con sus problemas de salud, muertes y enfermos, que además implicó el cierre abrupto de la economía, vino a terminar de rematar un problema que de por sí era gravísimo. La Asociación de Instituciones Financieras (Anif) estima que los efectos económicos del covid-19 en Colombia destruyeron más de seis millones de empleo. Léase bien: seis millones de empleo. Eso fue una tragedia, así de sencillo. Se cerraron miles de empresas, medianas y pequeñas, en su mayoría, y se cerraron, por quiebra, millones de negocios.
Pues bien, la recuperación ha sido rápida, hay que reconocerlo. A octubre de 2021, según las últimas cifras del Departamento Nacional de Estadísticas (Dane), la tasa de desempleo llegó al 11,8 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA) (Portafolio, diciembre 1 de 2021). Es un buen dato, pero demuestra que el reto que tenemos por delante es muy grande y aún hay que recuperar, según la misma Anif, por lo menos 800 mil empleos más para poder llegar a los niveles de prepandemia.
Quien quiera gobernar a Colombia, en los próximos cuatro años, tendrá que asumir ese gran reto: establecer políticas efectivas que permitan generar más y mejores empleos, empleos con seguridad social, y así evitar que sigan creciendo la pobreza y la miseria, como pasó en el último año y medio que llevamos en esta tragedia mundial que ha sido el covid-19, y que en América Latina, además, se convirtió en una tragedia económica.
Colombia, como nación, tiene que asumir que el principal reto de la política económica debe ser la generación de empleo. Ninguno otro. Ese es el principal problema económico y social que debemos afrontar. Solo con la creación de nuevos puestos de trabajo, más empresas, más y mejores empleos, podremos hacerle frente a la pobreza y reducirla, y reducir la marginalidad; es decir, la pobreza extrema.
Los subsidios para los más pobres y marginados deben ser temporales y definidos, ojalá amarrados a programas de estudio y capacitación para el trabajo. No es lo ideal seguir aumentando, así porque sí, programas como Familias en Acción, entre otros. Ese asistencialismo, a la larga, no es bueno, como bien lo advierte ese gran economista clásico: David Ricardo. (Principios de Economía Política y Tributación).
Por supuesto, no es suspendiendo la exploración y explotación de petróleo y carbón como vamos a resolver el problema. Una decisión precipitada, como la señalada, terminaría de agravar la tragedia. Sí, para nadie es un secreto que hay que diversificar nuestro sistema productivo y exportador, volver a nuevos sectores en la agroindustria, y en las manufacturas, inclusive en los servicios, para buscar nuevos horizontes, pero no es acabando con lo poco que está funcionando bien.
No hay recetas mágicas. No las hay, eso es cierto; pero en el sistema de economía mixta que tenemos es con estímulos a la inversión privada, nacional e internacional, y con inversión pública bien focalizada, en nuevos proyectos de inversión, por ejemplo, en energía limpia, ecoturismo, turismo cultural, entre otros, como se pueden abrir nuevos frentes de negocios y nuevos empleos. Es aumentando la inversión, como se pueden crear más empresas y nuevos puestos de trabajo. Y ello se logra, no solo con unas políticas macroeconómicas estables y sanas, sino mirando la microeconomía y el empresarismo.
En México, Argentina, Brasil y Chile, para citar solo algunos países cercanos, tenemos buenos ejemplos de nuevo empresarismo. Esto requiere muchas otras cosas, se sabe, como cambios en la educación básica de nuestra población, bilingüismo, en algunos casos, y actualización y entrenamiento para el trabajo productivo y rentable. En estos temas, en los problemas serios del país, es que deberían estar trabajando los equipos de los tantos precandidatos presidenciales que hay, y no en temas de propaganda y redes sociales, cuando los asuntos que tendrán que asumir son de fondo y no tendrán solución en cuatro años. Y entre todos esos problemas, insisto, es el desempleo el principal. No basta con tener mayores tasas de crecimiento económico, no es suficiente: hay que tener crecimiento con buenos empleos, para poder seguir la senda del progreso y salir de esta crisis social y económica en la cual no encontramos.