X

La ventana manrroncita

No imaginó jamás durante su vida El Cacique de La Junta que una frase tan elemental como la ventana marroncita iría a generar en su terruño un movimiento cultural, social y económico que sin dudas cambiará la vida de su pueblo.

El color marrón como tal, es un color poco elegante, de difícil combinación y en casos hasta repelente, quizás por ser el resultado de una mezcla donde está presente el negro, que casi siempre es reflejo de tristeza; de ahí la gran diferencia de una ventana marrón o marrona y una ventana marroncita, ya que esta es vista con todo el afecto del caso, es decir, marca el sentimiento. El término en estos momentos está apuntando hacia la mitificación del personaje, ya que Diomedes está llegando a esos niveles que trascienden lo normal del ser humano.

Un caso único en nuestra cultura musical que nos hace pensar sobre lo que irá a pasar en unos años, ahora que la gente, incluyendo a sus amigos, familiares y fanáticos están inventándole de todo al Cacique, que siendo un personaje de la entraña popular origina todo tipo de opiniones y especulaciones que la gente echa a rodar y cada cual le va poniendo su particular aliño y picante que con una sobrada imaginación, característica del pueblo raso, lo irán agigantando hasta llevarlo a la mitologización.
Caso similar al de Gabriel García Márquez, que todos quieren saber el mínimo detalle de su vida y aprender todas sus frases, célebres todas, pero que a diferencia de Diomedes casi todo su tiempo famoso estuvo fuera de nuestro país y moviéndose siempre en un círculo clasicista donde la cotorra popular tiene poco o ningún efecto.

La ventana marroncita está asociada con el romanticismo al simbolizar la serenata y a ese emocionante momento en que en horas de madrugada hemos vivido todos los enamorados cuando se encendía la luz en la habitación de la novia o se entreabría la cortina de la ventana mostrándonos así que ella escuchaba la dedicatoria musical, aunque en ocasiones como en el caso de Diomedes sentir el temor de un fogonazo en la noche si la ira del Negro Acosta lo impulsaba a jalar el gatillo del oxidado treinta y ocho largo.
“Hágame el favor compadre Debe, llegue a esa ventana marroncita, toque tres canciones bien bonitas, que a mí no me importa si se ofenden”.

En estos momentos en el que el color marroncito es el preferido para pintar las ventanas de las viviendas nuevas, y viejas también y que la gente paga por una foto en la ventana de Patricia allá en La Junta, tierra de El Cacique, renace la ilusión de la mujer colombiana por una serenata. La canción es coreada por los de arriba y por los de abajo y hasta los niños la cantan en lugar del grotesco “Serrucho”, calando muy hondo en el sentimiento popular solo a través de una frase tan elemental, lo que solo pueden lograr los grandes genios de la música, como Diomedes Díaz.

Julio_C._Onate_M.: