Duque como candidato presidencial prometió que nunca haría fracking; ahora elegido lo promueve con su equipo minero energético apoyado en los medios audiovisuales. Vender esta propuesta para continuar con la explotación de fluidos fósiles por métodos no convencionales, es de vida o muerte para el gobierno.
La semana pasada estuvieron en Valledupar las figuras clave del sector en un foro destinado a sensibilizar la opinión de los cesarenses; vino toda la cereza del pastel: la ministra del ramo, el presidente de Ecopetrol, otros funcionarios de alto nivel y una representación del congreso de la República, que fungían de invitados porque los oferentes del evento fueron La República y El Pilón.
Con el fracking pasa lo mismo que con el glifosato: no existen pruebas concluyentes acerca de su inocuidad pero tampoco sobre su afectación. Ante la duda abstente. Quienes se oponen a esta técnica alegan dos cosas básicas. La primera, se requiere un excesivo consumo de agua que, al ser tratada con ingredientes químicos, esta y sus fuentes se contaminarían, agotándose a la postre.
La segunda, es que la fracturación de rocas que permita la salida de los residuos petroleros confinados, produciría algún debilitamiento en las capas tectónicas de la tierra, con las consecuencias sísmicas que esto podría tener. El razonamiento suena lógico, es axiomático. Sobre el primer reparo, los defensores del método de explotación, YNC, yacimientos no convencionales, (gobierno y aliados contratistas) dicen que “no competirán con el agua potable de la comunidad” y que con este método “se está haciendo mucho ruido”.
Aquí hay que entrar a definir cuál es agua potable y cuál no. Hasta donde se sabe, las de los ríos y acueductos son potables; también muchas aguas subterráneas lo son; el Estado tendría que perforar muchos pozos profundos hasta llegar a los acuíferos semi- confinados con capacidad de suministro y luego determinar si es agua potable o no, para decidir si se hace fracking en algún lugar.
Me imagino que la práctica no la harán con aguas provenientes de los colectores de aguas negras porque sería Troya. Sobre la segunda observación, el rompimiento de las placas terrestres, el gobierno no tiene elaborada ninguna observación, veredicto que tendrán que emitir geólogos especializados en esta materia.
El gancho de la propuesta para el Cesar apunta hacia un hipotético empoderamiento económico mediante la explotación de gas a partir del potencial que tienen las cuencas Cesar-Ranchería, cuyas reservas ascienden a 10 trillones de pies cúbicos (TCF), más del doble que las reservas nacionales, además del petróleo que podría extraerse vía fracking en algunas regiones del Cesar; nuestro porvenir lo pintan de oro. En esta discusión, la carga de la prueba la tiene el gobierno.
Así nos decían con el carbón pero nada fundamental ha ocurrido; nuestro PIB es el mismo de hace tres décadas respecto al país; nuestros indicadores socio-económicos son tercermundistas; nuestra dirigencia tiene un saldo rojo con las buenas prácticas y la ética.
El Estado tiene que renunciar a la economía especulativa que no produce riqueza ni empleo y concentrarse en un modelo real y no aleatorio como lo es la industria extractiva. Ojalá se respete la vida de quienes reclaman con justicia por el derecho al agua.