La tierra no sabe si la gota que cae del codo del muchacho es dulce o salada, solo Luis Felipe, un niño de 12 años que vive con su familia en lo que llaman “La Loma” (La Vega Arriba), sabe que es sudor del trabajo de llevar agua en garrafas para su familia bajo el sol de las doce del día.
Desde muy temprano hasta muy tarde, en el día son los jóvenes pobladores de los corregimientos de La Vega Arriba, Los Corazones y Guacochito los que caminan en pantalonetas, con o sin zapatos, entre las calles sin pavimentar hacia los tanques de 5.000 litros de la potabilizadora de agua.
Se llama potabilizadora porque acueducto sería si de la bocatoma del río el agua fuera tratada, no solo de las grandes partículas como arena u hojas, sino de todas las sustancias y potenciales patógenos que transportan las aguas del río Badillo. Entonces, el agua que sale de las llaves de las casas en La Vega Arriba no se puede consumir así, es agua bruta.
Cuentan los pobladores que en la bocatoma han encontrado terneros en descomposición, que el agua también recoge orines y heces de personas, y animales, por eso saben que el agua así tal cual llega no es apta para consumir.
LAS ALCALDÍAS Y EL AGUA
Las plantas potabilizadoras en los corregimientos al norte de Valledupar se construyeron en la alcaldía de Jhonny Pérez Oñate. Se entregaron los tanques, reactivos y equipos, al mismo tiempo que Emdupar brindó capacitaciones a los pobladores interesados en manipular todo el sistema. De todas las comunidades impactadas solo sobreviven y funcionan tres: La Vega Arriba, Los Corazones y Guacochito.
Buena parte del funcionamiento de esas plantas depende de la posición de las bocatomas porque el nivel o el lugar en el que se decida hacerlas interfieren en la potencia y calidad con la que llegue el agua. Por eso en las alcaldías de Ciro Pupo y de Luis Fabián Fernández esas decisiones sobre el punto de recepción del caudal del río terminaron en calamidad: en la primera una piedra del tamaño de una casa cayó sobre el tubo que recibe el agua y en la segunda dejaban de captar agua durante las sequías debido a la mala ubicación de la misma.
Ante tanta precariedad, en junio del 2023, personas de la Fundación Postobón y Fundación Siemens llegaron a preguntar a los corregimientos de Guacochito, Los Corazones y La Vega Arriba sobre sus principales necesidades, y encontraron que las plantas potabilizadoras se encontraban deterioradas casi al punto de la inutilidad. Con más diligencia llegaron los $93 millones de fondos del programa “Litros que Ayudan” que la presencia de Emdupar o el proyecto de $10.000 millones de Aguas del Cesar o la Alcaldía de Valledupar.
Según el “Acta de entrega de las obras ejecutadas en el corregimiento de Patillal” proporcionado por Aguas del Cesar, las obras terminaron el 10 de noviembre de 2023 y se entregaron al exalcalde Mello Castro González por parte de la gerente de la empresa Aguas del Cesar S.A E.S.P., Lina Rosa Prado Galindo.
Las actividades ejecutadas en el contrato de obra No. 024 de 2022 por $9.697.898.261,51 incluyeron: optimización bocatoma, optimización línea de aducción, cerramiento desarenador, construcción estructura lechos de secados, equipos e insumos de laboratorio, línea conducción, red de distribución Patillal, sistema eléctrico y fotovoltaico para funcionamiento de la PTAP, y suministro de tubería.
Como se resalta en el Acta de entrega al municipio, según el artículo 5 de la Ley 142 de 1994, es competencia del municipio de Valledupar que se asegure a los habitantes la prestación, de manera eficiente, de los servicios domiciliarios.
En contraste, Edilsa Borrego Corzo, líder social de Patillal, denunció por redes sociales que inauguraron la obra a espaldas de la comunidad y que actualmente no cuentan con el servicio de acueducto, incluyendo el colegio y el puesto de salud.
Hoy por hoy, los patillaleros buscan garrafas de agua potable en la potabilizadora de La Vega Arriba e insisten en que cuando sale agua de la captadora de agua artesanal no es para beber.
¿QUIÉN LIMPIA EL AGUA?
Hace 25 años, José Alberto Martínez, un “veguero” hasta la médula, participó en la capacitación dada por Emdupar sobre el manejo de la potabilizadora; desde entonces y por amor a su comunidad limpia el agua no solo para La Vega Arriba sino para habitantes de Patillal y veredas aledañas. Alrededor de él, cientos de personas participan en la puesta en marcha del sistema que les da agua para beber sin enfermar.
Desde el principio José se preocupó porque la potabilizadora tuviera un techo para que “el sol no dañe los tanques”, tiene cuidado de administrar, almacenar y mezclar los reactivos como el cloro o el carbón activado, al mismo tiempo que se ha encontrado con una comunidad que se preocupa por aportar cuando se necesite, así les resulte difícil porque los pobladores no cuentan con suficientes recursos económicos y han tenido que pasar temporadas recaudando fondos sin contar con el agua limpia.
Cada quince días José se despierta temprano para limpiar de malezas y sucio los tanques de 5.000 litros, prepara el agua que luego podrán recoger de las llaves, es un trabajo sin remuneración que toma alrededor de 5 a 6 horas. Dice que cuando el fenómeno de El Niño es muy fuerte debe prender los motores y reabastecer los tanques cada 4 o 6 días, significa que las personas tienen sed.
Al preguntarle a los patillaleros, que viajan en los carros que van y vienen desde la Galería en el centro de Valledupar hasta los corregimientos del norte, el porqué también se benefician del agua potable que se prepara en La Vega Arriba, dicen que esa “revolución” del agua en Patillal que anunció Aguas del Cesar en junio del 2022 no venía con la garantía del agua potable.
Cerca de 3.000 personas dependen de esas tres plantas potabilizadoras en los corregimientos al norte de Valledupar. “Por lo menos aquí cuando se daña la planta, la comunidad manda a traer agua desde Valledupar, pero una caneca de 20 L cuesta $5.000 y no todo el mundo tiene para comprar”, asegura José Martínez.
¿POR QUÉ 20 L?
Según la Organización Mundial de la Salud, la cantidad mínima de agua que requiere una persona al día es de 20L, cuando no se le garantiza se produce algo llamado “estrés hídrico”, que es cuando la demanda de agua es más alta que la cantidad disponible durante un periodo determinado o cuando su uso se ve restringido por la baja calidad de la misma. Sin embargo, estas plantas producen solo “18L diarios por persona”, según el comunicado de prensa de la Fundación Postobón y Fundación Siemens.
Las personas que viven en estos corregimientos y veredas de Valledupar hacen parte de las 2.400 millones de personas que viven en regiones con escasez de agua alrededor del mundo (estadística de la ONU). Un panorama nada alentador, teniendo en cuenta que hablamos de Valledupar como una ciudad inteligente y sostenible innumerables veces, pero incapaz de garantizar la disponibilidad e inclusión con el agua potable a todos sus asentamientos humanos.
BOCAS SECAS
José Alberto Martínez está en edad de pensión, pero ya no lo logró porque lo que hace no tiene la remuneración debida, sin embargo, la comunidad lo reconoce como el que calma la sed y solo pide que vuelvan a capacitar como lo hicieron hace 25 años aquí, para que nuevas generaciones sigan dando agua potable a los pobladores.
Mientras tanto los jóvenes llegan con sus bocas secas a la casa de José para avisar que el agua acabó, cargan garrafas de 20L de agua sin llenar, cuando deberían invertir su tiempo pensando en el futuro sin sentir tanta sed.
Por: Katlin Navarro Luna/ Colaboración para EL PILÓN.