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La valentía

“Ven pasemos a la guarnición de los filisteos; quizá haga algo Dios por nosotros, pues no es difícil dar la victoria con muchos o con pocos”. 1Samuel 14,6

Este relato da cuenta de la extraordinaria hazaña de Jonatán, cuando subió contra los filisteos solamente acompañado de su paje de armas. El Señor premió su valentía con una increíble victoria e hizo movilizar a toda la tropa que había estado paralizada por la indecisión.

Dos aspectos quiero resaltar de este relato: Se rescata la osadía que acompaña la vida de aquellos que se animan a avanzar por fe en los proyectos de Dios. Saúl, el rey, ya daba muestras de la falta de habilidad para liderar en momentos clave. Acompañado de seiscientos hombres, pero sin armas, puesto que los filisteos tenían el monopolio de la fabricación de espadas; en medio de esa situación de duda e indecisión, su hijo, Jonatán decide tomar la iniciativa y atacar a los filisteos, llevando consigo una de las dos únicas espadas con que contaban.

La valentía de Jonatán se da por descontado, pero ¿qué de su paje de armas? ¿Quién era ese escudero que lo acompaño en tan intrépida aventura? Y es precisamente este el primer aspecto que quiero resaltar: El papel del escudero en la victoria de Israel. Todo líder necesita de sus escuderos, si es que desea lograr nobles triunfos. Los escuderos son personas dispuestas a ocupar la gloria del segundo lugar con tal de llevar a cabo la tarea que se les ha confiado. Ellos serán por su fidelidad y compromiso, los guerreros del mañana y serán los que vayan a la vanguardia portando las espadas que traerán las nuevas victorias.

Otro aspecto para resaltar es que la iniciativa del joven guerrero desencadenó una serie de sucesos, uno de los cuales es que los israelitas que se había vendido al enemigo decidieron volver a unir sus vidas a la de sus compatriotas. Sin entrar a detallar los motivos que tuvieron para aliarse con los filisteos, se rescata el hecho que decidieron apoyar a sus hermanos. Esta decisión revela el profundo deseo de las personas de formar parte del grupo de los que triunfan en la vida. El éxito casi siempre viene del respeto y el reconocimiento, lo que estimula el anhelo de ser aceptados por los demás, buscando siempre la aprobación sin medir el precio que se demande.

Debemos estar en guardia contra el deseo de agradar a otros. En ocasiones, estamos tan desesperados porque nuestro proyecto prospere que negociamos los principios y cruzamos las filas del enemigo, incorporando sus valores y traicionando así nuestro compromiso de fidelidad y solidaridad con lo nuestro.

Amados amigos: Estemos dispuestos a valorar el aporte de los escuderos y compartir con ellos los logros. No claudiquemos por difíciles que sean los tiempos, no pasemos a apoyar a los enemigos. Estemos firmes en los principios del Reino. Las verdades de Dios no son negociables y él respalda la vida de aquellos que se mantienen firmes, aunque la mayoría se haya vendido al enemigo.

¡Bienaventurado el hombre que puso en Dios su confianza!

Un fuerte abrazo para todos los valientes del Señor.

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