A pesar de lo que sucede en el ámbito mundial con la pandemia de la covid-19, los vallenatos siguen en su ardua lucha por sobrevivir y salir adelante. Son tiempos difíciles. Muchos han optado por la venta ambulante sin, hasta el momento, muchos resultados positivos, mientras que otros se las ingenian para trabajar desde sus casas.
Mónica Pabuena Payares es una de las comerciantes que tuvo que reinventarse y empezar a trabajar desde su casa. Sus vecinos del barrio subnormal Los Guasimales son testigos de cómo antes que salga el sol alista su sitio de trabajo e inicia labores. Pese al esfuerzo las cosas han cambiado y las ganancias no son las mismas.
Anteriormente las ventas eran positivas y daban margen de ganancia con un promedio de 200.000 a 250.000 pesos diarios. Contrario, ahora el promedio de ventas no supera los 50.000 pesos. “Situación que nos preocupa”, reconoce Payares.
Desde que hace doce años llegó a Valledupar dedicó su vida a la venta, primero de comidas, frituras, y ahora, desde hace tres años, de pescados en Los Guasimales, barrio donde ha vivido por diez años.
RESISTENCIA, RESISTENCIA
Semana Santa es una época de ‘milagros económicos’ para el sector comercial del pescado. Se registran las ventas más altas del año y las ganancias más fuertes por el precio del producto. Este año, los vendedores de pescado del departamento cargaron la cruz de una crisis que canceló todos los eventos masivos y encerró a las personas en su casa.
Según Mónica Pabuena en años anteriores podía recaudar en ventas entre 500 y 600 mil pesos, mientras que en el 2020 alcanzó a ganar un poco más de la mitad, es decir entre 200 y 300 mil pesos.
Pero muchos vendedores de Valledupar aseguran no estar dispuestos a perder la batalla económica en contra de la covid-19, es por ello que acudiendo a su ingenio y creatividad realizan cualquier tipo de maniobras para seguir recibiendo recursos económicos.
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Tal es el caso de Eliecer Polo, un habitante del sector de Bello Horizonte 2, al noroccidente de la ciudad. Polo, para huir de la crisis, tuvo que reinventarse e instalar un taller de reparación de motocicletas y bicicletas en su propia vivienda para de esta manera no salir de su conglomerado y no exponerse a los peligros que por el momento representa estar en las calles.
Desde el 2016, cuando llegó al sector, Eliecer Polo se ha dedicado a esta labor. Ahora la cuarentena le permitió sacar su mejor versión en cuanto a creatividad, dedicándose no solo a la comercialización de accesorios sino a la reparación de las motocicletas y bicicletas.
“A raíz de la cuarentena las ventas han bajado, pero eso no quiere decir que nos quedamos sin hacer nada, nosotros tenemos una clientela establecida y aunque no son todos los que nos visitan sí llegan algunos a realizar reparaciones a sus vehículos”, señaló Polo.
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En el mismo sector, Carmen Oviedo también se dedica al comercio desde su vivienda: vende dulces y otro tipo de enceres que le han permitido hacerle esquivar un poco los golpes que la pandemia le está dando a su vulnerable economía. Reconoce que las ventas han bajado, pero asegura que se mantiene de pie “con su fe intacta y con la esperanza de que esta situación se convierta en algo pasajero más pronto que tarde”.
“Por el momento estamos perdiendo dinero porque teníamos además de la venta de dulces un pequeño negocio donde vendíamos licor, pero ahora no se puede hacer fiestas”, manifestó Carmen Oviedo.
BALANZA: COVID-19 – NECESIDAD
Hace 13 años y 3 meses, Valledupar registró una de las mayores tasas de desempleo en toda su historia al ubicarse por encima del 19 %. En febrero de este año los números tampoco fueron los mejores en cuanto a cifra de desempleo en la capital del Cesar al obtener 17,9 % según el Departamento Nacional de Estadísticas, Dane.
Son estos micronegocios, como los de Eliecer Polo, Carmen Oviedo y Mónica Pabuena Payares, los que jalonan la economía vallenata, según las mediciones del Dane.
Pero los números no han sido positivos en estos últimos meses para Valledupar, una ciudad que históricamente se ha ubicado en el podio del trabajo informal, donde las personas dependen de lo que ganan a diario.
Y ahora, por culpa de una pandemia, miles de vallenatos están en casa enfrentando una dicotomía entre la covid-19 y el hambre. En la balanza de Jorge García, un vendedor ambulante de frutas y verduras, pesó más la necesidad de alimentarse.
Por eso, con carreta en mano, sale a las solitarias calles de una Valledupar irreconocible. Mientras pasan los días de un triste abril, ya no escucha las piloneras ni a los juglares mientras carga su carreta. En este abril Valledupar no fue el centro de las miradas gracias a su Festival Vallenato. Pero lo que no cambió fue la necesidad de llevar alimentos para que en su casa no se acuesten “con el estómago vacío”.
“Las medidas sanitarias son indispensables, pero si no salgo a buscar el alimento para mi familia nadie lo llevará a mi casa. A mí me gustaría pasar la cuarentena junto con mis hijos y mi esposa, pero si lo hago ¿Quién traerá para la comida?”, cerró el vendedor.
Por: Robert Cadavid | EL PILÓN