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La UPC, entre la vida y la muerte

Es preocupante la supervivencia de a UPC; su nivel académico no es defendible, su presupuesto es cada vez más precario, su impacto social y económico es cuestionable, su planta de profesores de tiempo completo era de 108 cuando teníamos 800 estudiantes, ahora es de 60 con 14 mil; de su quehacer pocos dan cuenta; los panelistas de eventos de cualquier tipo prefieren a la universidad privada. El 15 de febrero, esta universidad hizo el lanzamiento de 12 obras de diferente naturaleza realizadas por profesores activos y pensionados avaladas por pares académicos nacionales y ningún medio lo registró. La UPC solo es noticia en vísperas de la designación de un nuevo rector cuando los mandos medios de la política regional se la pelean como feudo burocrático y contractual; antes solo el gobernador se inmiscuía, ahora entró a jugar el gobierno central para ubicar cuadros políticos víctimas de otros procesos. La UPC ha crecido horizontalmente en un proceso de elefantiasis gracias a la pobreza crónica de los estudiantes regionales que no tienen otras alternativas, ya que esta sigue siendo la más económica. Pero 45 años después de haber arrancado, hoy solo tiene un programa acreditado por calidad, versus universidades como las de Córdoba y Magdalena, acreditadas institucionalmente, con edades similares. Desde la vigencia de la autonomía universitaria, han sido pocos los rectores que han tenido el suficiente peso específico para conducir esta tarea de calidad y reingeniería; la UPC necesita suspender muchos de sus antiguos programas académicos que han perdido su pertinencia. El claustro universitario y los externos que hacen parte del CSU deberán renunciar a las canonjías que les ofrece esta representación y concentrase en buscar un rector que esté a la altura de la misión de la universidad cual es la de producir conocimiento o por lo menos reproducirlo; más, de esto no se habla; esta es una posición de honor, no un palenque de poder; conocí a varios miembros externos que aparentemente eran honorables pero mantenían nóminas a cambio de ciertas tolerancias administrativas. Debería producirse una convocatoria nacional e internacional para proveer este cargo porque esto no es para minusválidos académicos; esto podría darse en una alcaldía o gobernación pero para dirigir una institución de educación superior donde todo está por hacer, necesitamos personas de muchos quilates y conexiones que contribuyan con el saber. Aquí no deben existir cuotas ni para los parlamentarios, ni para el gobernador ni para el presidente de la república; el presupuesto asignado para su precario funcionamiento es de la Nación. También, la lucha por recuperar la U debe ser axiológica; hace tiempo aquí se respira un ambiente tóxico; menos mal la época de los muertos ya pasó aunque sus supuestos coautores siguen allí, el peligro no ha desaparecido. De no actuar bajo estas categorías, la UPC tendría un pronóstico reservado. El funcionamiento de la U Nacional en esta tierra, pese a ser una fortaleza regional, con el tiempo le quitará toda la demanda a la UPC desapareciéndola por sustracción de materia; esta es una realidad que no podemos soslayar. Desde aquí, una vibra positiva para la comunidad universitaria para que la rescaten de la mediocridad académica y de la cotidianeidad.

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