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“La unción de los enfermos”

Eran las tres de la madrugada. El sacerdote del barrio siete de agosto se encontraba, como era de esperar, en los brazos de Morfeo desde hacía varias horas. Alguien tocaba insistentemente la puerta de la casa cural. Despertado por el ruido, y siempre atento a servir a quienes lo necesitaban, el religioso se asomó a la ventana y preguntó: ¿En qué puedo ayudar? Un hombre y una mujer respondieron casi en coro: “Necesitamos que ayude a morir a nuestra madre”. Este tipo de peticiones no era inusual. De hecho, muchas personas utilizaban esa expresión para designar el sacramento de la unción de los enfermos. El sacerdote se vistió sus hábitos y se aprovisionó de lo necesario para administrar el sacramento.

Durante el camino, que demoró más de lo que él esperaba, y lo llevó por calles desconocidas a esas horas de la noche, el sacerdote alcanzó a pensar que se trataba de un secuestro, pero no dijo nada. Quince minutos más tarde se descubrió en un barrio distante de su parroquia y preguntó: ¿Por qué fueron a buscarme a mí, si en este barrio hay también un sacerdote? La mujer tímidamente respondió: “Ya el otro sacerdote vino. Nuestra madre lleva una semana agonizando, pero no logra morir. Un amigo comentó que todo aquél a quien usted unge lo hace, así que por eso lo hemos traído”. Efectivamente, las tres anteriores personas a quienes aquél sacerdote había ungido murieron poco después y aquella mujer murió esa misma noche…

Pero el sacramento de la unción de los enfermos no tiene ese objetivo. No es para que mueran los enfermos que se les unge, ni sólo cuando se está agonizando que se acude al sacerdote. La unción de los enfermos hace parte del grupo de los sacramentos de sanación y tiene como objetivo que el fiel se encuentre con el amor misericordioso de su Dios, que le acoge, le perdona, le conforta y le anima. Durante el rito el sacerdote pide que, si es la voluntad de Dios, el enfermo recupere la salud, o si ha llegado su hora, que se abran para él las puertas del paraíso.

En este momento crucial de la vida humana, marcado por la lucha entre la vida y la muerte, la iglesia acompaña a los fieles y reza por ellos, en nombre de Dios administra el perdón de los pecados y la Eucaristía y ofrece a quienes lo aceptan el consuelo de sentirse amados por el Dios que quiere para ellos la paz, la felicidad y la salud.

Administrado cuando la vida se encuentra de cierta manera amenazada, el sacramento de la unción de los enfermos es el acto sagrado a través del cual el sacerdote unge las manos y la frente del enfermo, mientras pronuncia las palabras: “Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que libre de tus pecados, te conceda la salud y te conforte en tu enfermedad”.

Yo quisiera morir así: “Después de recibir el perdón de mis faltas, ser ungido con el óleo sagrado, recibir el cuerpo de mi Dios y, en un sueño tranquilo, volar al cielo”.

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