Como un mes antes del bautizo en Ciénaga (Magdalena) de Carolina, la hija mayor de Juan de Dios Pumarejo, uno de los hijos de Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, Don Toba, mi suegro, Juancho me dijo que con una parranda que amenizaría Chema Martínez, el hermano de Luis Enrique Martínez, “El Pollo Vallenato”, iba a celebrar el bautizo de Valeria. A lo que dije, y por qué también no llevas a Luis Enrique, ya que tú papá va a hacer el padrino de bautizo de tu hija, lo que sería una agradable sorpresa para él, al encontrarse con la presencia de estas dos figuras prominentes de nuestro folclor, con la que compartió tantas parrandas y con los que hace tantos años no ha vuelto a parrandear. A lo que Juancho me respondió: “Sabes que sí, me parece muy buena idea”.
Retrospectiva
Unos años antes de que a Tobías Pumarejo le aparecieran los primeros síntomas de demencia senil, la que le afectó, en especial, la memoria de corto plazo, muy poco la de largo plazo, y mucho menos su memoria musical, la que mantuvo en buen estado hasta meses antes de su fallecimiento en Barranquilla el 8 de abril de 1995.
Por ese entonces, en mis frecuentes visitas a Pumarejo a El Copey con su hija Luz Helena, cuando Tobías Enrique salía a visitar a sus amigos, a escondidas, aprovechaba para curucutear uno de sus baúles en el que, entre otros detalles significativos, guardaba en un orden riguroso muchas de las letras de sus canciones y algunas correspondencias valiosas. De su contenido, repleto en su mayoría de las letras de sus composiciones que a lo largo de su vida escribió a mano, aunque un buen número de ellas por descuido las dejó sin fechas, lugar donde las escribió o sin nombres, de ese cúmulo de canciones sólo pude escarbar la superficie. Durante sus cortas y medianas ausencias, a la carrera y con cierto nerviosismo para que no me fuera a sorprender con las manos en la masa, de ese baúl fui sacando las letras de sus composiciones, de las que la gran mayoría de ellas desconocía, y las que, desde hacía mucho tiempo habían dejado de hacer parte de su repertorio habitual. Letras que a la carrera empecé a copiar para volverlas a colocar tal cual en el sitio en las que las había tomado.
En una de esas salidas de Pumarejo, extraje casi del fondo de su baúl un par de hojas que para mi sorpresa correspondían a la letra de una canción que no era de su autoría, pero que, sin embargo, fue fundamental en su formación musical. “La Casita” era el título de este hermoso tema, un Foxtrot, la que fechó en Medellín el 7 de noviembre de 1925, agregando al final de la fecha, copia, para aclarar que este bello tema no era de su autoría, autoría que no anexó por desconocer su autor.
Otra grata sorpresa la recibí, cuando al buscar en la parte intermedia de este baúl, encontré la letra de “La cita” que venía acompañada del lugar y de la fecha de su creación, Las Flores, marzo 6 de 1942, nombre con el que inicialmente bautizó su hacienda “El Otoño”. En esa oportunidad también hallé fechado, El Otoño, 7 de julio de 1945, y sin título, un poema de desamor, correspondiente a una frustración amorosa que para ese entonces sufrió Tobías. Musa que para mí pasó como anónima por unos 35 años, hasta que hace unos tres años atrás Ismael Rudas, el acordeonero de la agrupación vallenata “El Doble Poder” y autor del éxito “El viejo baúl”, me contactó con Mery Pérez Daza, una hija adoptiva de Mercedes Pérez, quien fuera protagonista del tema “La carta”, que en 1948 grabó para el sello Fuentes, 78 RPM, Guillermo Buitrago, un tema de desamor y de desengaño, en el que, herido en su amor propio, en su imaginario sin fundamento, Don Toba descalificó en términos desobligantes el proceder de Mercedes. Y todo, debido a la manera abrupta como su novia dio por terminada esta relación de varios años a la que no le vía futuro alguno, en razón a sus reiterados incumplimientos, a su fama de parrandero y de mujeriego empedernido, lo que Tobías Enrique Pumarejo no fue capaz de asimilar, por lo que arremetió de mala manera contra ella en el tema “La carta”.
Una vez que hablé con Mery sobre este acontecimiento, me compartió unos versos de amor que Pumarejo le había enviado a Mercedes, y en los que al margen izquierdo se lee, El Otoño, junio 17 de 1944. Por lo que deduje, sin lugar a duda, que el poema anónimo de desconsuelo fechado en el mes de julio de 1945, casi un año y un mes después, su protagonista no podría ser otra que Mercedes Pérez, con quién tenía planeado casarse.
Continuando con las pesquisas, encontré sin título y sin fecha, la letra que luego titulé “Despedida a Sahagún”, y otra más, “Despedida a Pueblo Bello”. Y algunas otras también sin fechar, pero con sus respectivos nombres: “Desolación”, “La trampa armada”, “Siete de enero”, “Mala suerte”, “Palomita copeyana”, “Las dos hermanas y “Sabana sananjera”, aunque de estas dos últimas ya tenía conocimiento previo de su existencia.
Parte de estas composiciones, “Desolación” y “Siete de enero”, de las que posteriormente pude recuperar sus melodías, incluida “La virgencita del norte” o “La riohachera”, melodía que rescaté por otra vía; Ruth, la segunda esposa de Tobías las incluyó en el CD “Vallenatos Clásicos o Inéditos – Tobías Enrique Pumarejo” que interpretaron Ivo Díaz con Colacho Mendoza.
Infortunadamente, de ese baúl tan solo pude transcribir unas doce canciones, pero siempre mantuve viva la esperanza de que su contenido, baúl incluido, todo un tesoro en lo que a nuestro folclor se refiere, algún día lo pudiese heredar. Sueño que no se dio, porque una vez que Tobías Enrique Pumarejo entró en el proceso de deterioro senil, inexplicablemente de su contenido fue muy poco lo que se salvó.
De las letras de las canciones que logré copiar de su baúl, de las que desconocía sus melodías, entre ellas “Mala suerte”, “Las dos hermanas”, poco a poco, con el apoyo de algunos de sus familiares, con los integrantes de los conjuntos y con los amigos que lo acompañaron en sus parrandas, entre ellos, Chema Martínez, Rafael y Álvaro Gutiérrez Céspedes, Orlando Nola Maestre, Arturo Sierra, Pedro Romero, su hijo Jesús y Plutarco Herrera, pude rescatar sus estructuras melódicas.
Pero de todo el cúmulo de canciones que Tobías compuso a lo largo de su vida, una cantidad abrumadora, solo se conocen, estimativo de mi parte, de un 20 % a un 30 % de todas ellas. Y del contenido de su baúl donde se encontraba depositada buena parte de las letras de sus canciones, del que esperaba que fuera mi herencia, no esperaba nada más de su parte, por lo menos se perdió un 90 % de todas ellas. Para mí, una tragedia de gran envergadura de la que todavía no me he podido reponer. Y es que no solo se perdieron casi todas las letras de sus canciones, solo se salvaron unas cuatro, sino los detalles y curiosidades que Don Toba con esmero acumuló a lo largo de toda su vida y que atiborraban con una distribución precisa y admirable, un placer para los sentidos, no solo en lo referente en lo que se refiere al contenido de su baúl sino los percheros, el escaparate y los estantes de su cuarto.
Tobías Pumarejo, que no conoció de partituras, y que a comienzos de la década de los años 20 del siglo pasado empezó a componer en Medellín cuando apenas contaba con unos 15 o 16 años. Una época en que las grabadoras eran inexistentes, en la medida en que de su inspiración brotaban más y más canciones, su número empezó a tornarse inmanejable como para mantenerlas vigentes. Razón por la cual, de todos estos temas, de una década a la siguiente, así lo estimo, del total de su producción musical sólo mantenía en su repertorio de un 20 % a un 30 %. Y como de manera incansable Tobías Enrique seguía componiendo, en la medida que pasaban las décadas, del total de su producción acumulada, tan solo lograban pasar de una década a otra, también un estimativo de mi parte, el mismo 20 % al 30 % de las que venían de las décadas anteriores, más las que creaba en la década en curso. Y así, hasta la última década que antecedió a la de su fallecimiento.
Una pena que se perdiera tan importante legado, del que sin embargo he podido identificar y conseguir los respectivos testimonios de quienes las grabaron, entre ellas, “Mala suerte”, “Morena dame un consuelo”, “Rosario”, “El miserable”, “Pacha Rosado”, “El amor es un collar”, “La mujer es una nave,” “El pajonal”, “Ojos cautivadores” —que es la misma que “Dos hermanas” o la compañía”—, al igual que melodías de sus canciones que aparecen en manos de otros autores con otras letras y con estrofas sueltas. Y otras tantas que solo he podido rescatar fragmentos con o sin melodías, como otras, que infortunadamente, se perdieron para siempre.
Retornando a la parranda del bautizo de Carolina
En la mañana tipo 8 a. m. del 3 de julio de 1994, de Barranquilla llegaron Tobías con Ruth su esposa, Letty su hija menor y José Gabriel Lapeira el esposo de Letty. Y después de los saludos y abrazos de rigor a los allí presentes, nos dirigimos a la iglesia de San Juan Bautista donde se iba a llevar a cabo el bautizo de Carolina con Don Toba que iba a oficiar de padrino de esta ceremonia religiosa. De regreso del bautizo, tanto Luis Enrique Martínez como Chema su hermano y los integrantes de sus agrupaciones ya se encontraban en la casa de los padres de Carolina. Tobías Enrique Pumarejo al percatarse de manera intempestiva, de la presencia de Luis Enrique y Chema fue para él una grata sorpresa, y para nosotros y sus familiares el hecho de que los reconociera de inmediato fue un momento de regocijo. Después de abrazarse efusivamente con estos pilares de las parrandas, Chema Martínez empezó a tocar las primeras notas de su acordeón.
Y también para su sorpresa, lo que fue para Pumarejo una revelación, porque hacía muchísimos años que no las escuchaba ni las cantaba, Chema inició la tanda con el tema, hasta ese momento inédito, “La virgencita del Norte”, también conocida entre sus conocidos como “La Riohachera”. A Tobías Enrique le brillaron los ojos, y pasada la conmoción momentánea empezó a tararearla y después a cantarla al compás de las notas del acordeón de Chema Martínez.
A “La riohachera” le siguió “Desolación” que fue otro impacto que recibió Tobías, al igual que con “Siete de Enero”, “La trampa armada”, “Mala Suerte”, “Las dos hermanas”, “Mi potrerito”, “Sabana sananjera”, y otras más de su conocido repertorio, las que siguió tocando en otras tandas, hasta el final de la tarde antes de partir hacia Barranquilla.
Por parte de Luis Enrique Martínez, del que siguió recibiendo más y más sorpresas, en primer lugar, le interpretó un tema “inédito” de mucha significación para Pumarejo, su autor, “El Doctor Lara”, tema que hacía muchos años le había dedicado a Juan Lara Aguancha, un amigo de vieja data de Fundación, su médico personal y de su familia, y, además, senador por varios periodos, con el que parrandeó en muchísimas oportunidades. Y coloco inédito entre comillas, porque “El Doctor Lara” lo grabó Luis Enrique con el acompañamiento de Carlos Vélez tocando la guacharaca y Orlando Nola Maestre en la guitarra, y con la voz de Tobías. Tema que al mismo tiempo también lo grabó Luis Enrique en su voz y con los mismos integrantes. Grabaciones no comerciales que las hizo en la Casa Discos de Camilo George en Fundación, pastas en 78 RPM que con otras grabaciones de ese mismo día conservo en mis archivos. Por igual, y en otras tandas, Luis Enrique interpretó de la autoría de Don Toba, “Luis Mariano”, dedicada a Luis Mariano Bornacelly, otro de sus viejos amigos de parranda, así como “Mírame”, el primer tema que le grabó a Tobías Enrique Pumarejo, y “Calláte corazón”, el segundo tema que le grabó a este autor con el nombre de “No llores Corazón, y otros temas más, como “Las flores copeyanas” de la autoría de Manuel Yepes, y ”El Cimarrón” de la autoría de Luis Enrique, ambos temas dedicados de lleno a los amoríos furtivos de Pumarejo.
Sin lugar a duda, lo de resaltar con mayúsculas esta histórica parranda, que fue del regocijo de los allí presentes, que durante su desarrollo embargó de dicha a Tobías Enrique, quien, no creyéndose tantas sorpresas juntas, no se cansó de cantar a la par de “El Pollo Vallenato” y de Chema, sus temas y los temas de otros autores, que con tanto cariño y admiración le dedicaron durante su larga y próspera vida.
Pero lo más triste de lo acontecido en esta histórica parranda, fue la de su partida. Tobías compungido por tantas alegrías vividas en ese largo día, se despidió de los asistentes, así como de Luis Enrique y de Chema, con un fuerte y sentido abrazo, dirigiéndose, un poco después, embargado de nostalgia, hacia la camioneta de José Gabriel y Letty, acompañado de su hijo Juancho y de Karina, una escena que para mi fortuna pude captar con mi cámara en ese instante mágico e irrepetible en el que Tobías Enrique se disponía a ingresar en el vehículo que lo llevaría hacia Barranquilla, su residencia; dejando atrás para la posteridad la última parranda de la que hicieron parte tres de los parranderos más connotados de la música vallenata.
Por: Ricardo López Solano