“Cual acusado que sentado en su banquillo que espera ansioso la libertad o la sentencia, de igual manera está sucediendo conmigo, no sé si salga o siga en mi penitencia”.
El aparte transcrito preliminarmente corresponde a la canción titulada ‘Patillalero de cepa’, de la autoría de Edilberto Daza, incluida por los Hermanos López con la voz de Jorge Oñate en el LP titulado ‘Rosa jardinera’, cuyo lanzamiento lo hizo la CBS en el año 1974, en la que compara su situación con la novia “en peringueta” con la del sindicado de un delito que espera con justificada ansiedad su libertad o las “catorce ventanas”, la cual hemos recordado a propósito de dos temas que conozco y que me preocupan.
Lo primero es con relación a la denominada ‘Cárcel la Tramacua’ de Valledupar, el lugar predilecto del Inpec para llevar a los más peligrosos delincuentes del país, que es lo menos grave, lo preocupante es que detrás de cada cliente de esos no solo se viene su familia y es comprensible -al fin y al cabo los delitos de sangre no existen-, pero también llegan detrás sus lugartenientes, sucesores, asistentes, cómplices y no lo dude también los enemigos que dejan en otros alares y eso indudablemente afecta la percepción de seguridad en la ciudad.
Respecto de este asunto, es importante destacar que no fue ese el fin para el cual se construyó dicha penitenciaria, esta fue construida en el predio que el Honorable Concejo Municipal de Valledupar autorizó al Municipio para donarlo al Inpec con la especifica destinación de ejecutar las obras de construcción de la nueva cárcel donde sería trasladada la Judicial, que permanece contra todo riesgo y opinión en el corazón del barrio Dangond, poniendo en peligro la vida y la integridad personal de sus habitantes, porque cada vez que se ha presentado una fuga de presos las balaceras y la zozobra han convertido en presa a los inocentes ciudadanos que viven en el sector.
Si la memoria no me falla, en la Jurisdicción Contenciosa Administrativa del Cesar estuvo o está en trámite una Acción Constitucional en defensa de la seguridad pública, de la moralidad y el patrimonio públicos precisamente para que se le diera al predio donado por el Municipio la destinación que correspondía, porque no era el propósito que esa histórica ciudad en vez de una tuviera dos penitenciarias, ojalá que la Virgen del Rosario y el Eccehomo metan su mano para que ese asunto no termine mal.
En el caso de Riohacha y después de probar que la Cárcel Judicial no contaba con los equipos ni instalaciones para la extinción del fuego, promoví una Acción Popular para prevenir un Desastre Técnicamente Previsible, y mediante sentencia calendada 29 de noviembre de 2016 ordenó al (USPEC) suministrar extintores portátiles con la última versión de la norma NTC 2885 y he sido enterado que no se hadado cumplimiento, toca orar para que a ningún interno se le ocurra prender fuego a una colchoneta porque pasará como en el siniestro de ovejas, del cual dice Carlos Araque en su canción que “El recuerdo solo queda de aquellos que se quemaron”.
Tienen entonces Riohacha y Valledupar, cada una su bomba de tiempo y que Dios meta su mano para que no se repita al lado del mar lo que ya sucedió en una penitenciaria en Barranquilla.