A los 19 años, Diva Leonor Quintero conoció al papá de su hija Vanessa Alejandra, del cual salió embarazada cuando llevaban un año de relación; este decidió no hacerse responsable de los hechos, por lo que ella tuvo a su bebé en la Casa Taller de Adolescentes Embarazadas.
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Salía a vender chance con su hija en brazos; en ese entonces no tenía un techo para dormir con la niña. Cuando esta tenía nueve meses de edad la llamaron para trabajar en unas cabinas telefónicas en Bogotá.
Estando en el lugar le dijeron que esa vacante había sido ocupada, razón por la que ya no la necesitaban. Incomunicada, sin dinero, con tres mudas de ropa, mucho miedo y ganas de salir adelante decidió quedarse en la capital y no regresar ‘derrotada’. Huyendo de su crisis, viajó a Ecuador a tocar la guacharaca y ser parte del grupo Las Diosas del Vallenato Nueva Generación.
Asegura que estando allá su vida cambió completamente. Sin embargo, como la casa llama, cuando la contactaron desde Cali a tocar en unos grupos vallenatos, decidió regresar a Colombia. Allí empezó su tragedia. “Nos prometieron ‘cielo y tierra’, pero nos pusieron a dormir en el suelo y no nos pagaban”.
ATACA EL AUTOESTIMA
En Cali frecuentaba una peluquería a la cual iba a arreglarse para hacer sus presentaciones. Allí conoció a quien le destruiría la vida. “Eran dos personas, ellos inyectaban supuestamente vitamina E para fortalecer los músculos, lo cual resultó mentira. Yo siempre me mostré negativa ante la propuesta, pero ellos te van convenciendo hasta que un día él fue a mi casa y me convenció de probar”, recuerda que incluso le mostraron registro Invima del producto.
Bajo el nombre de ‘vitamina E’ a Diva Leonor le inyectaron biopolímeros, que no son más que sustancias sintéticas no compatibles con el organismo, generando la aparición de dolores, pigmentaciones, infecciones, inflamaciones, desplazamientos del material, entre otros males. Los biopolímeros transforman la ilusión de la belleza en una pesadilla sin forma.
Una de las estrategias utilizadas por ellos era utilizar comentarios fuertes para bajar la autoestima y que fuera más fácil persuadirla. “‘Es que tú casi no tienes cola’, me decía, y después ya no salía sola a la calle porque me daba pena, usaba blusas largas porque me había lavado el cerebro”, recuerda con dolor.
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El día de la tragedia, en vez de vitamina E, le inyectaron xilocaína (nombre comercial de la lidocaína, un anestésico local que bloquea los estímulos sensitivos, adormece la zona y sirve para realizar procedimientos dolorosos).
En un glúteo le suministró 10 centímetros de este líquido, lo que le provocó un primer paro respiratorio. “No veía, no escuchaba, los oídos se me iban a reventar, el corazón lo tenía acelerado; yo agonizaba y le decía que llamara un médico, una ambulancia y no quiso. Cerró la puerta y continúo con el procedimiento”.
Recuerda con claridad que la levantó de la cama para llevarla al baño y seguidamente la acostó para inyectarle la otra dosis, lo que le produjo un segundo paro respiratorio.
“Yo me fui por un túnel blanco, donde yo le oraba al Señor y le decía que me diera otra oportunidad en la tierra, que yo no lo estaba haciendo porque quería, que era un engaño, que yo era carne y era débil. En mi agonía deseaba que alguien tocara o entrara por esa puerta”, recordó. El supuesto profesional la dejó moribunda. Desde entonces no supo nada de él.
Por temor a ser amputada, durante un tiempo Diva Leonor no fue a una clínica, pese al dolor que esto le ocasionaba. “Más nunca en la vida supe de él, lo desaparecieron, seguramente porque engañó a muchas niñas”, precisó.
RECUPERACIÓN LENTA
A los 10 días, para sorpresa, la llamaron del Ejército para informarle que había sido seleccionada para pertenecer al Batallón como civil nombrada en el grupo vallenato de la Tercera Brigada.
En la institución todos los días se realizan actividades físicas: caminatas, planchas de brazos, trotes, polígonos en el sol, entre otras, por lo que Quintero decidió callar y no comentar su dolor en las piernas y su estado de salud. “Se me iba hinchando la cola cada día más, porque eso es algo que el cuerpo te lo rechaza”, dijo.
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Graduada, año y medio después fue trasladada a Bogotá. En ese momento estalló el caso de Jessica Cediel y Lady Noriega, lo que encendió las alarmas. Al igual que las modelos, Diva inició una serie de cirugías.
“En 2013 me operó el primer cirujano, y fue fallido, porque lo hizo con una cánula y eso tenían era que abrirme y sacarme todo”. En 2015 se sometió a una nueva cirugía en Bogotá, pero también fue con cánula.
Sus dolores y malestares seguían iguales aun después de esas dos intervenciones médicas. Solo hasta finales del año 2020 fue operada por tercera vez para la extracción de biopolímeros.
En esta oportunidad el médico dijo que tenía que realizarse otras cirugías para reconstrucción y retirar los biopolímeros que pudieron quedar en el cuerpo.
“Todavía no estoy bien, estoy en este proceso; lloro mucho, me ha afectado psicológicamente, esto te destroza, te destruye”, recalcó.
Agrega que por la cirugía debía hacer sus deposiciones de pie, no podía agacharse. “Estuve tres meses boca abajo en la cama, no podía sentarme, fue una situación difícil. Yo lloraba mucho. Fue muy devastador; mi hija, que ya tiene 18 años, fue un apoyo fundamental en todo el proceso. Quedé con secuelas, puesto que se me olvidan las cosas… En ocasiones tuve impulsos de matarme por la acumulación de tantas situaciones”, manifestó Quintero, quien actualmente reside en Valledupar.
BUSCA EVITAR ESTE SUFRIMIENTO A OTRAS MUJERES
Su historia la ha visibilizado por redes sociales para concientizar a las mujeres. En varias ocasiones, mujeres le han escrito para darle las gracias porque ante su experiencia han evitado ser engañadas en los centros de garaje donde en nombre de la vitamina E u otro producto, inyectan biopolímeros.
Por 200 mil pesos su tranquilidad, paciencia, salud y paz fueron arrebatadas. Su recuperación, calcula, le ha costado más de 40 millones de pesos.
POR: KETTY GUTIÉRREZ/EL PILÓN
Kjgutierrezma.18@gmail.com