“El día en que abandonemos las actividades políticas, estaríamos condenando a nuestra sociedad al olvido.” F. Cotes.
Dentro de una sociedad como la nuestra en que todo se analiza, si es que de analizar se trata, cualquier actividad que se ejerza por muy noble que sea, no deja de mirarse bajo el peso de la duda y además bajo el peso del dolo, pues en forma cotidiana se están sucediendo hechos lamentables sobre todo en el campo de la política, que nos obligan a calificar esta actividad como propia para deshonestos, degradándola totalmente y relevándola a lo más rechazable dentro de las actividades del hombre, como una especie de lumpen dentro de las teorías Marxistas, siendo esta profesión de las más nobles dentro del entorno social en donde sus protagonistas, los políticos, por el solo hecho de ejercerla, deben armarse de una sensibilidad y sacrificio social, propia para los nobles de corazón.
La política bien llevada, convierte al hombre en un apóstol de las comunidades.
Una desgracia como expresión común, es un suceso que provoca mucho sufrimiento, pérdida de capacidad de trabajo, desgaste físico y mental y además mucha tristeza, cuando lo que se planea y construye no sale como se espera por causas adversas y de aspectos sociológicos cuándo es el hombre quien está de por medio como integrante formal de una sociedad.
El término también se aplica a la situación que se presenta en quien sufre un momento doloroso, ocasionado por agentes que fustigan las buenas y malas intenciones por doquier.
Desde el punto de vista literario es un tema cuyos protagonistas se ven envueltos en situaciones lamentables que afectan a las personas y comunidades.
Un político es normalmente una persona activa de un gobierno o de una institución que ejerce algún tipo de influencia sobre las actuaciones de un conglomerado social que, por medio de la política y actividades afines, toma decisiones, ejerce poder a través de la redistribución de recursos por medio de partidos que representan sus ideas.
Un político en términos generales no es cualquier persona, por los gajes de su oficio debe merecer mucho respeto y debe ser dignificado por la sociedad que representa en la medida de sus buenas actuaciones en el campo político. Hace no pocos años, nuestra clase política actuante gozaba de mucha aceptación y respeto por sus actuaciones de progreso social.
La política nació con la humanidad y la necesidad de asociación del ser humano; nació como medio de subsistencia ante los embates de la misma naturaleza y de su componente principal, el hombre.
Para ser político cualquiera que disponga de unos recursos económicos altos, pues así lo demandan los sistemas actuales de muchos países, puede lograrlo, y la mayoría de las veces sin mérito humano alguno y allí comienza la degradación de la política, porque quienes se logran decantar en ella por este medio, normalmente son atrapados por los intereses personales que en su primera instancia está en recuperar lo invertido en ella, por lo tanto el servicio social como fin primordial va a desaparecer y no se va a mostrar por ninguna parte y es allí cuando comienza la tragedia.
El tema de la política nunca deberá desaparecer de una sociedad, pues está ligada intrínsecamente a ella, por lo tanto, la solución sana está en mejorar cada día dicho sistema político, para lograr que solo allí lleguen los que verdaderamente lo merecen y sean los más aptos para ejercerla como vocación social.
Las reformas son inminentes a pesar de que estos sistemas para llegar a ella estén bastantes arraigados en nuestro medio, pero miren que es solo por la falta de la aplicación rigurosa de la ley que se volvió permisiva, pues los actos desviados han invadido sin piedad a los encargados de hacer las leyes como a quienes las aplican, diseminándose lentamente por todas partes como hierbas malditas.
Todo análisis en este aspecto por profundo que sea, lleva necesariamente a pensar, no en sistemas de elecciones populares, sino en fórmulas amparadas por la democracia participativa, en donde se pueda despejar el mal y tratarlo de manera oportuna para menguar algo en sus raíces, para que poco a poca y con el avance de la educación se vayan despejando los caminos; esto es un proceso largo de mucha paciencia y tolerancia, pero se dará por necesidad universal.
Quedamos todos invitados a empezar la tarea, y en la búsqueda de hombres de principios podría darse con un buen comienzo; estos los hay por todas partes, hasta en la misma clase política actuante que hoy tenemos, pero que sus actitudes reconocidas son opacadas por los muy pocos no benditos, existentes en dicho ambiente.
Por Fausto Cotes N.