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La tradición, con poca asistencia, se niega a desaparecer

Año tras año tiene lugar en la emblemática plaza Alfonso López de Valledupar la recreación de la Leyenda Vallenata de la cual se tomó el nombre para el Festival que lleva su nombre pues nació por estas fechas.

A pesar de la relación en la denominación de ambas, no tienen un vínculo muy estrecho. “Es que la leyenda no es el festival, la leyenda somos nosotros porque esto existe hace más de 440 años cuando el Festival entonces no existía, pero resulta que para esos días la gente se aglomeraba a las festividades de la Virgen del Rosario”, relató Elber López Calderón, quien aseguró también que pertenece a esta tradición desde que estaba en el vientre de su madre.

Además, indicó, para la época en que se empezó a gestar el Festival y viendo que muchas personas llegaban a la celebración de la leyenda, sus creadores, Consuelo Araújonoguera, Rafael Escalona, Alfonso López Michelsen decidieron escoger los mismos días.

Aunque se estima que hay vinculadas cerca de 600 personas a esta tradición, ayer el número de asistentes a la plaza fue mucho menor a dicha cifra. FOTO: CORTESÍA.

Sin embargo, esa gran cantidad de gente, que se comenta era habitual anteriormente, ha tenido una notable disminución con el paso del tiempo.
Muestra de ello fue que ayer algunas personas que llegaron hasta la plaza para observar la representación se quedaron sorprendidas ante lo breve que fue y el poco acompañamiento que tuvo.

A pesar de ello hay quienes persisten en esta práctica, que ya se ha convertido casi que en algo familiar puesto que, como los mismos conocedores de esta tradición explicaron, son los miembros de las familias de barrios como El Cañaguate, El Cerezo, La Garita y El Centro, quienes más participan de la actividad.

“Lo hemos hecho porque mantenemos y conservamos esto transmitiéndolo a nivel de las mismas familias, los amigos y allegados”, aseguró López Calderón.

De la misma manera Carlos Calderón, gestor cultural de la ciudad, hizo referencia a las actividades que mantienen con el propósito de conservar vigente esta tradición. “Cada familia tiene la obligación de ir enseñando a sus hijos la tradición y cada quien lo va matriculando en la misma congregación, por eso hay niños de todas las edades, desde recién nacidos hasta de 12 años y van pasando por todos los cambios de acuerdo a los cambios que van teniendo”, sostuvo.

Diferentes personas como Elber López Calderón tratan de conservar esta tradición entre las nuevas generaciones. FOTO: JOAQUÍN RAMÍREZ.

Dentro de esta labor se incluyen las conferencias, la preparación, las reuniones y todo lo que tenga que ver con el festejo de la Fiesta Naval y del Milagro de la Virgen (que fue el representado ayer).

De cualquier forma, reconoció Calderón, ahora es un trabajo de conservación que se hace con mucha más dificultad.

“Los jóvenes de hoy en día viven más pendientes del reggaetón, del Whatsapp, del internet y es muy difícil. Solamente los hijos de las familias de los barrios más tradicionales son los que conservan la tradición”, agregó.

En cuanto al acompañamiento que reciben para el desarrollo de esta actividad, manifestó: “De la Alcaldía no vemos nada inclusive el espacio no es el natural, es un pedacito con unas vallas y de la iglesia el acompañamiento del padre Doriam que hizo la apertura con la oración”.

¿QUÉ REPRESENTA LA LEYENDA VALLENATA?

Para preservar esta tradición se organiza anualmente un montaje teatral en la plaza Alfonso López de cómo se dio el Milagro de la Virgen del Rosario, patrona de la capital del Cesar.

De acuerdo con Calderón, desde hace muchos años se viene dramatizando la historia que montó por primera vez en Valledupar don Tácito Martínez, quien fue el padre de Florentino Gonzales y cuya familia, a modo de legado, ha venido conservando el cargo de capitán de la Guardia Española que hoy en día ejerce Hugo Gonzales Montero, nieto de don Tácito e hijo de don Florentino.

Una vez culminado el Festival Vallenato, los miembros de la congregación de la Virgen del Rosario llegaron hasta la plaza para cumplir una vez más con esta tradición. Foto: Cortesía.

“Los indígenas tupes, cariachiles, uitotos y chimilas se unieron en un solo grupo para defender el territorio del que querían apropiarse los españoles”, recordó Calderón.

En la escenificación que se organiza para cada 30 de abril, se representa la pelea entre aborígenes y españoles teniendo como tema central el episodio según el que los indígenas, como no utilizaban el armamento con pólvora con el que se defendían los españoles, sino que empleaban flechas y la plasta de barbasco, envenenaron las aguas en la laguna el Caney que se encontraba en el monte Sicarare. Allí, los indígenas sabían que tenían que llegar los españoles a tomar agua, entonces echaron el barbasco y los españoles quedaron ahí tendidos por efecto del barbitúrico que produce la planta de barbasco que genera que la persona pierde momentáneamente el conocimiento. “Es cuando aparece la representación y la aparición de la Santísima Virgen María del Rosario haciendo el personaje principal de lo que es la leyenda”, narró Calderón.

Aunque la historia dice que la virgen revivió al cuerpo español, el gestor cultural hizo énfasis en que el barbitúrico no mataba definitivamente a las personas.

Más allá de esto, todos los años se trata de sostener la representación de las cuatro etnias indígenas, con algunos miembros de dichas comunidades que también pertenecen a la congregación, y sobre todo de cumplir con la promesa a la Santísima Virgen del Rosario a la cual encomiendan sus penas y dolores.

Por: Daniela Rincones Julio / EL PILÓN
daniela.rincones@elpilon.com.co

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