Si hay una frase de las que más me gusta en la obra del escritor italiano Dante Alighieri es la siguiente: “A mitad del camino de la vida, me hallé perdido en una selva oscura porque me extravié del buen camino”. Y creo, que muchos están (o estamos) perdidos teniendo aún media vida por delante.
Quién no ha escuchado o leído sobre la famosa historia de La Torre de Babel, en donde en algún tiempo, los hombres se unieron para construir la torre más alta del mundo, con el objetivo de llegar al cielo y poder hablar cara a cara, face to face, como diría mi nieto, con Dios. Aunque muchos que interpretan la palabra divina tengan otras opiniones al respecto, como, por ejemplo, tener un sitio alto para resguardarse de otro diluvio, pues, el reciente había exterminado casi toda la humanidad, sobreviviendo el patriarca Noé y su familia y, por supuesto, las distintas especies animales que hoy conocemos, a excepción de los unicornios, que no hubo forma de meterlos a la icónica arca.
Pero, esta alusión lo que pretende en sí, es traer frescura a nuestras memorias, como la mejor agua de rosas que salpica el rostro recién aseado.
Acabamos de culminar un proceso electoral que pretende con ello, en ejercicio de la sana democracia, elegir a las personas que consideramos aptas e idóneas, revestidas con un liderazgo otorgado por el propio pueblo para dirigir nuestros propios designios. Pero al término del ejercicio, con muy escasas excepciones, observamos que hay un país polarizado, que cada día que pasa, se divide y resquebraja mucho más, e irónicamente se fortalecen las familias que gobiernan, los bien o mal llamados clanes dentro de la política.
Retornando al tema de La Torre de Babel, la verdad, se desconocen los motivos reales que impulsaron a las personas para iniciar semejante obra arquitectónica en aquel tiempo, apenas surgidos de lo desconocido, aún perfilados con la sombra del crepúsculo de lo inconsciente, pero en ese entonces, los hombres unieron sus fuerzas en una obra común. “Unidos”, qué palabra hermosa. Todos estaban en un mundo sin rumbo, siniestro y peligroso, pero por encima de ellos había una causa común, asegurarse un nombre para la eternidad. Entonces, pasa algo inesperado, desde el cielo ve Dios a los hombres en esa nimia tarea y se rió observándolos, diminutos seres humanos trabajando como insectos para alcanzar un propósito; pero después empezó a preocuparse, pues, vio que ninguno flaqueaba y reconoció la grandeza del espíritu con la que los había creado. El de ellos era incansable, al menos él había descansado en el séptimo día, pero ahí veía a sus creaciones trabajando incansablemente y sintió miedo, sí, así es, miedo de los seres humanos, pues eran fuertes cuando se asemejaban a él y entonces, pensó en ponerle traba a esa unión y descubrió que sólo sería más fuerte que ellos si los hombres dejaban de ser pacíficos y anidaba la discordia entre ellos y los confundió: “Que ninguno entienda la lengua del otro” y fue otro acto de crueldad del Gran Creador contra la humanidad. Y como muchos piensan, de repente, los seres humanos dejaron de entenderse y de la noche a la mañana cada uno se dispersó por los campos y bosques de la tierra y ya cada quien construía bajo sus propios intereses y propósitos, sus propias y limitadas casas que no llegaban a las nubes y mucho menos a Dios y aquella obra común, en la que todos pensaron construir un día quedó abandonada, a la intemperie del odio y de los intereses particulares y mezquinos de cada hombre, hundiéndose y desmoronándose hasta desaparecer.
La Torrede Babel, se convirtió así en una simple leyenda, en algo que solo sigue existiendo para aquellos que alguna vez repasan el primer libro de los textos sagrados y otros cuantos.
Pero han pasado miles de años y pareciera que la humanidad no hubiese aprendido la lección de aquella historia y nuevamente nuestro pueblo se empeña en construir otra torre de Babel, pero esta vez, lo hacemos hacia la oscuridad del abismo, nos unimos para destruir y ojalá, así como en aquel tiempo Dios envió confusión a las almas, esta vez de nuevo lo haga para detener ese propósito común de autodestrucción que pasa por la mente de muchos, no importando la diversidad de lenguas, pues, aquí todo parece indicar que los únicos unidos son los que nos destruyen.
Por: JAIRO MEJÍA CUELLO