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La tecnología no es la vida. I Parte

Soy de la generación de finales de los años sesenta, para los jóvenes soy viejo, para los de mi generación aún no lo somos. Mi padre nunca se preocupó por enseñarme de tecnología pues sencillamente era escasa, no era una preocupación importante; el primero de diciembre de 1979 fue la primera emisión de la televisión a color en Colombia, se cumplen 40 años desde ese gran acontecimiento; mi madre nunca se preocupó por que a mis manos llegara un Xbox o juegos de alta gama tecnológica, sencillamente porque para entonces lo máximo que había era la consola Telstar, y mucho más tarde el famoso Súper Mario Bross. El teléfono negro de la sala de la casa era casi que un privilegio, un lujo en las familias, no habían celulares, lo más rápido para conectarnos y llamarnos era a través de Telecom y sus cabinas telefónicas; los WhatsApp de esa época eran los Marconi que se cobraban por palabras. Avianca nos ayudaba en la comunicación con las cartas que enviábamos de ciudad a ciudad y con los famosos apartados aéreos. Pero el mundo avanza a pasos agigantados, la tecnología nos abrumó. La revolución digital está sucediendo ante nuestros ojos de una forma vertiginosa, y nos encontramos ante los cambios sin darnos cuenta. Sin embargo seguimos siendo la última generación que nos negamos a sucumbir ante estos avances, a nosotros nos correspondió jugar boliche, con bola e trapo en las calles destapadas y llenas de arena, bailar trompo, jugar partiditos en plena calle mientras esperábamos el carro de la leche, las colas eran respetadas por la olla que dejábamos apartando el puesto; jugar al escondido, la lleva y ocho cuatro y doce eran los juegos extremos de entonces, así como las patinetas de tabla y de ruedas de balineras que poníamos a rodar en las pocas calles pavimentadas que habían en la ciudad pequeñita que disfrutábamos tanto; salirnos de la patineta era llegar con las rodillas y los codos raspados; morados por todas partes y chichones en la cabeza.

Sin embargo eso no impedía montarnos otra vez y la adrenalina a millón nuevamente. Nos deleitábamos volándonos para el pozo la ceiba del rio guatapurí, o en el balneario hurtado, después de jugar fútbol, nos delataba la piel mojosa por el sol y los ojos rojos del agua. Vivimos y crecimos felices, hasta que llegaron los hijos a los cuales sobreprotegemos dizque para que ellos no pasen los “trabajos” que nosotros pasamos; sin embargo al analizar los hechos de entonces nos vemos ante la grata sorpresa que esas fueron épocas maravillosas y que añoramos con el alma. Hoy nos preocupamos porque nuestros hijos son del grupo que pronosticó Albert Einstein: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad, el mundo solo tendrá una generación de idiotas. Esta frase reflejó en su momento la gran preocupación de este genio al ver la tendencia de los seres humanos con respecto a los excesos en el uso de la tecnología”. El momento llegó, sin embargo es necesario que los jóvenes sepan que la tecnología ayuda a llevar la vida pero no es la vida. Sólo Eso.

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Eduardo Santos Ortega Vergara: