En todas las latitudes del mundo se habla sobre la importancia del rol de la justicia social en la convivencia de la humanidad; sin embargo, a la mayoría de la gente poco o nada le interesa el bienestar general, que per se, es el soporte de la convivencia pacífica.
No en vano, el histórico líder indio Mahatma Gandhi, uno de los principales promotores de la justicia social, asesinado por extremistas políticos, nos dejó el mensaje de que la tierra tiene lo suficiente para satisfacer las necesidades de la gente no para saciar sus codicias.
Pero la enseñanza de este mártir legendario siempre ha sido ignorada, a pesar de que los dirigentes de todos los gremios no cesan de pregonar que sin justicia social es imposible mantener paz estable en el mundo, aunque la realidad, es que este discurso se alaba de los labios hacia afuera.
En fin, es una paradoja mundial, si tenemos en cuenta que el mundo es una sociedad donde no se respetan los derechos humanos y quienes logran tener privilegios (también léase como riquezas y poder gubernamental), generalmente imponen sus caprichos por encima de las leyes del orden jurídico, sin importarles el perjuicio que les generan a los más pobres o menos ricos, que quedan sin disfrutar los bienes sociales y no poder acceder a cargos importantes por méritos académicos.
En los países subdesarrollados, como el nuestro, la situación es peor, porque sus autoridades en vez de procurar que toda la población viva en mejores condiciones, lo que hacen es enriquecerse con el erario, dejando mayor número de pobres con más dificultades y menos acceso a los servicios de salud y a la educación de buena calidad.
De tal situación se ha aprovechado el socialismo con su argumento de que el capitalismo con su política de privatización aumenta la brecha de desigualdades entre ricos y pobres, en cambio con la nacionalización del patrimonio estatal se distribuye equitativamente las riquezas de los países con disminución y erradicación de impuestos. En esta lucha, entre capitalistas y socialistas estamos.
En todo caso, los países donde la gente goza de mejor calidad de vida son aquellos que brindan más igualdad social, ya que la inequidad provoca violencia y enfrentamiento de idiosincrasias, que llevan a violación de los derechos humanos, al debilitamiento de la democracia y a la pérdida de la paz, que podríamos conseguir si dejáramos de burlar a la justicia social.