“Qué tal que me muera yo solito y tu tan lejos de mi sin saber cómo morí sin saber cómo estoy yo”.
Últimamente se escucha hablar cada vez con más frecuencia de la proximidad del fin de los mandatos constitucionales de muchos gobernantes, gerente de Instituciones y ejercicio de otras dignidades, que trae como consecuencia inequívoca en algunos casos un síndrome que popularmente es conocido como “ La soledad del poder”, tema que me hizo recordar el reclamo desesperado de Emilianito a Indira en la canción así titulada e incluida por él y su hermano en el L.P “ Hermanos Zuleta 95” en la que expresa su temor ante la posibilidad de morir solito estando ella tan lejos y sin saber cómo esta.
Mucho se ha dicho cantado y escrito con relación a esa situación ineludible, difícil y complicada de asimilar por quienes se embriagan por su transitorio bienestar, que después cuando se ven sin el poder de antes, en el sector privado, privados de secretaria, de aduladores, de nuevos amigos y de autoridad se deprimen, añoran a los verdaderos amigos, a los que olvidaron y despreciaron cuando estaban en el copito de su gloria y se enfrentan a la cruda realidad.
Cuando la soledad del poder llega quienes fueron más arrogantes cuando tenían el presupuesto en la mano se convierten en tigres de papel, vulnerables, montunos, acomplejados y nerviosos, nada que ver con aquel que usaba el poder para atropellar a sus conciudadanos y para humillar a los más humildes y eludir a sus verdaderos amigos, quedan generalmente aislados, con la plata, muchas veces sin familia y agobiados por las investigaciones, porque a todo el que come arepa de queso su miguita se le cae.
No estoy de acuerdo con Calixto “Calabacito” Ochoa cuando dice en su canción que “por la plata baila el perro”, yo diría que eso depende que crianza tuvo ese perro, porque además los ejemplos abundan de personas en este mundo que teniéndolo todo no le sirvió para nada, lo que me recuerda y a propósito de quienes cambian afectos por dinero lo que nos contaba Evaristo mi padre; él decía que había un hombre que no tenía familia ni tenía amigos sinceros sino intereses, que era tan pobre, pero tan pobre que lo único que tenía era plata.
La única vacuna que existe para la soledad del poder, es mantener la humildad, sin importar qué poder se tiene en las manos, conservar nuestros amigos de siempre, los que se consiguieron cuando no se tenía nada, los que nos dicen la verdad aunque nos duela, los que nos acompañan a llorar nuestros muertos, los que nos sirven sin esperar nada a cambio, de los que nos acordamos cuando la fortuna llega a nuestras manos, de aquellos que pusieron su hombro para apoyarnos allí cuando fuimos visitados por la adversidad, y sobre todo cuidar para que Dios permanezca en nuestro corazón, eso es suficiente.
Nunca olvido a Poncho Zuleta, cuando dijo que uno “antes de ser artista o de ser doctor debe ser gente”; y decimos nosotros que la gente buena, los hombres y mujeres sinceros nunca están solos, porque tienen muy presente lo que dijo en su poema Jorge Luis Borges “con el tiempo uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar el alma…con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado pero de falsas amistades, con el tiempo te das cuenta que aunque seas feliz con tus amigos, algún día llorarás por aquellos que dejaste ir”.
LUIS EDUARDO ACOSTA MEDINA
Twitter @NeneAcostaM