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La sociedad civil

Tras ser adjudicada la licitación pública para hacer realidad la construcción de la autopista metropolitana Valledupar-La Paz, o ruta del folclor Pepe Castro sobre el puente Rafael Escalona, al Consorcio MP, fue activado el grupo de Ciudadanos Participativos que velará por la transparencia de la inversión (65 mil millones de pesos) y plazos de ejecución de la obra.

Es la misma sociedad civil  que llamó la atención en su momento al presidente Duque sobre el elefante blanco de más edad en Colombia (40 años de haberla visionado el exgobernador del Cesar), cuya veeduría ciudadana ejercen el veedor departamental Jaine Alcide Mora Murgas y el arquitecto José María Oñate.

Y haciendo historia, Evelio Daza Daza con bagaje de buen académico, se retrotrae a la génesis de la sociedad civil, que nació con la Revolución Francesa (1789-1799), opuesto a lo sagrado, fuente de inspiración de la Constitución Colombiana de 1991, que proclamó el Estado laico, secular o sociedad civil; neutral a toda confesión religiosa consagró la libertad de culto y estableció la separación de poderes, artículo 19 de la Carta Política.

Es un colectivo de ciudadanos de diversa ideología con fines comunes, pero sin fines de lucro, que actúa por tomar decisiones en el ámbito público, pero por fuera de estructuras gubernamentales, partidos políticos, poderes económicos, empresas e instituciones religiosas.

El Estado laico asume la condición de garante frente a la diversidad religiosa. No puede tomar partido por ninguna religión como ya lo había hecho el imperio romano cuando el emperador Constantino adoptó el cristianismo como la religión oficial, igual que la Constitución de 1886, que tomó partido por la Iglesia católica, tiempos en los que el país se encomendaba al Sagrado Corazón de Jesús.

En ese contexto se mueve el grupo de Ciudadanos Participativos o Sociedad Civil, cuyos integrantes, por enumerar algunos: el exgobernador del Cesar, Juan Carlos Quintero Castro, Iván Morón Cuello, Edgardo Oñate, Hermel Daza, el excurador Iván Zuleta Fuentes, Wilder Araujo, Julio Cotes de Armas, Jaime Palmera,  Álvaro José Soto y Evelio Daza, lamentablemente no hay espacio para referirnos a todos, conscientes de la necesidad de sacar avante esta obra, para que todo esté expuesto al escrutinio ciudadano, lejos de los escándalos y focos de corrupción en que ha derivado hoy la contratación oficial en todos sus niveles. La tarea, entonces, es blindar los dineros públicos para que la Autopista Pepe Castro sea una visión con acción, que es lo que hace la diferencia, y perdure en el tiempo como las pirámides de Egipto: Keós, Kefrén y Micerinos, edificadas en el año 2700 a.C., sin negársele el cemento, construidas  con materiales de excelente calidad y al margen de cálculos políticos y económicos.

Al menos que la pandemia nos haga reaccionar y nos deje como enseñanza la necesidad de construir una sociedad más justa y una economía más humana, al vaivén de unos códigos de valores como los que esbozó en su ceremonia de investidura el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en mensaje a todos los países del planeta, configurado en el retruécano: “No gobernar con el ejemplo del poder, sino con el poder del ejemplo”, “Con la fuerza de la razón, y no con la razón de la fuerza”, reflexión que pone en contexto el profesor Jaime Gómez Bolívar.

Categories: Columnista
Miguel Aroca Yepez: