“Situada en las laderas de los Andes Orientales de Colombia, la Serranía del Perijá es un paraíso por descubrir. Parte del ‘hotspot’ de los Andes Tropicales, uno de los 35 de biodiversidad mundial, el área es rica en plantas y aves y muchas especies únicas que no se encuentran en ningún otro lugar de la Tierra”.
Con esta descripción inmejorable, promotores de las denominadas ‘Rutas turísticas, por los bosques y la paz’ exhiben la serranía de Perijá como destino natural ideal para establecer una relación directa con la naturaleza.
Este lugar mágico que bendice las tierras del Cesar fue un destino oculto durante la crudeza del conflicto armado colombiano, sin embargo, ahora resurgen sus montañas y bosques y se muestran como el lugar ideal para visitar en familia.
Y es que la descripción agrega: “Cuenta con mamíferos enigmáticos como el oso de anteojos, el puma y el jaguar. También es una tierra de mitos y leyendas, de colores y sabores y cuna del vallenato colombiano. Hogar de comunidades resilientes que han superado el conflicto y forjado un ambiente de paz y emprendimientos sostenibles”. Eso es la serranía de Perijá.
Visitar comunidades como el corregimiento Estados Unidos, de Becerril, donde fueron víctimas de una masacre y ahora encontraron una nueva oportunidad en el turismo, y La Victoria de San Isidro, en La Jagua de Ibirico, brinda una nueva perspectiva de la vida. También tendrá la oportunidad de probar su exquisito café, cultivado de manera sostenible, bajo sombra.
Esta es una zona fronteriza con Venezuela. En lo más alto los visitantes tienen la oportunidad de disfrutar de la increíble avifauna, la vida vegetal y la posibilidad de observar especies como el Quetzal de Cabeza Dorada (Pharomachrus auriceps) y el endémico Chamicero del Perijá (Atlapetes nigrifrons).
“Desde el histórico acuerdo de paz de Colombia en 2016, las cosas han cambiado significativamente. Muchos de los que fueron desplazados están regresando a las comunidades y a sus tierras, donde ahora se ganan la vida con la producción sostenible de café y trabajan para proteger los bosques y su increíble biodiversidad. Los miembros de la comunidad están trabajando para desarrollar juntos un proyecto de ecoturismo”, señalan testimonios.
Hay que amar nuestras sierras, hay que ver ese renacimiento del Perijá, fruto de los acuerdos de paz, de la pujanza de sus habitantes, en los que sobresalen las mujeres; de la bonanza cafetera; la electrificación rural, ahora complementada con la energía solar; del mejoramiento de las vías rurales, aunque aún falte mucho. Esas buenas circunstancias, en Cesar y La Guajira, han mantenido a raya los rentables cultivos ilícitos. Alguna presencia de estos en la serranía es excepcional.
Escuchamos en el vecino departamento al alcalde de Fonseca, Hamilton García, afirmar cómo había florecido su sierra. “De Conejo pa’ arriba la gente se ha posesionado con gran felicidad de la montaña”.
En zonas como La Victoria de San Isidro de noche se ven, incrustadas en la sierra, las luces de casas y fincas como estrellas.