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La salud no es un juego

Lo que viene pasando en Colombia en momentos en que el país completo está en ascuas por la suerte que correrá la reforma a la salud del gobierno Petro, es realmente increíble. 

Un sistema que efectivamente debe mejorarse pero que es reconocido internacionalmente como uno de los mejores y que hoy aduce una cobertura del 99%, no puede botarse a la basura de la noche a la mañana. Con la izquierda siempre pasa lo mismo: se crean obligaciones cada vez más onerosas a cargo del estado y jamás, jamás, se generan los mecanismos para hacer sostenible en el tiempo la financiación de estas. 

La izquierda también es experta en quitarle protagonismo al sector privado y en vez de proponer cómo mejorar el rol que cumplen las EPS, quiere desaparecerlas, desde agosto del 2022 las ha satanizado.

Ahora la mayoría de los colombianos -las encuestas muestran en que en promedio el 70% de la población no está de acuerdo con la reforma- estamos haciendo fuerza para que los conservadores, los liberales y la U se aparten de apoyar a Petro y a su ministra Corcho en esta locura, que desde el revanchismo solo busca afectar intereses de quienes por años han sostenido el sistema. Al precio que sea el perverso binomio Petro-Corcho ha querido minar la manera como viene prestándose el servicio de salud, fundamental para el bienestar de la población. Es increíble que quienes profesan la defensa de los intereses del pueblo estén gobernando para afectarlo y de manera grave.

Dependemos de que César Gaviria, Efraín Cepeda y Dilian Francisca Toro dejen de lado sus intereses clientelistas y auténticamente nos defiendan a los colombianos en este proceso en el que la terquedad del petrismo estén boqueando la reforma. No han incluido propuestas de los otros partidos y esto ha generado que varios de ellos le retiren su apoyo.

Esperamos también que el resto de las reformas del gobierno vean panoramas similares en el Congreso de la República, no nos interesan cambios que afecten la calidad de vida de todos. Además, protestamos de frente contra los falsos argumentos que siempre esgrimen para respaldar sus reformas; típico modus operandi de quienes hacen parte del Socialismo del Siglo XXI. 

El Congreso, presionado por lo que pueda suceder en las elecciones regionales de octubre, ahora legisla traicionando a un gobierno que lo ha enmermelado. Ahora el legislativo sí se acuerda de la función constitucional de control político que debe ejercer sobre el ejecutivo y parece desmarcarse de las ideas que el Pacto Histórico pretende implementar y desarrollar mientras gobierna. 

Por lo menos el temor a perder representación en las regiones presiona a los partidos para que por momentos recuerden que deben defender y proteger los intereses del pueblo y no legislar de espaldas al mismo.

Esta Colombia parece despertar un poco ante tantas malas noticias, ante tanta violencia, ante el desgobierno que se ha tomado la institucionalidad. El ELN sigue enviando mensajes de su total desinterés en hacer parte de la paz total y ha acribillado, sin misericordia, a 9 militares en la zona del Catatumbo. Parece ser que la orden que recibieron antes de ser cobardemente ajusticiados era la de no atentar contra los guerrilleros, era la de no actuar en contra de estos hampones. Y miren el resultado, 9 muertos y 18 más heridos. El gobierno, el presidente Petro, su ministro de justicia, deben responderles a las familias de estos héroes por lo sucedido en Norte de Santander. Esta política errática, que consiste en dejar que los delincuentes hagan lo que se les venga en gana, tiene al país inundado en coca -porque ya no hay labores encaminadas a perseguir a mafiosos, a traquetos y a sus cultivos- y abatido por la desesperanza, por espirales de violencia ilimitadas contra las que ya no actúan las autoridades.

Por lo menos esperamos que se salve el sistema de salud, esperamos que los proyectos legislativos de este gobierno se hundan en el Congreso y que el tiempo pase rápido para que esta larguísima noche termine pronto. De 48 meses ya han pasado 7 y medio. Que Dios se apiade de nosotros.

Por Jorge Eduardo Ávila

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