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La riqueza del trabajo

Cada vez que me siento a mi mesa y encuentro alimentos que comer, doy gracias a Dios por ese pan de cada día, pero siento una tristeza profunda al tener lo que millones de seres humanos no tienen: un plato con comida; angustias nacen en el pecho y pequeñas lágrimas brotan de mis ojos, pero aparecen en mi mente luces que me dicen:… no te dejes dominar de las emociones, más bien escribe lo que sientes y divúlgalo, que alguien con sensibilidad social te leerá y seguirá retransmitiendo las intenciones que buscas para un mundo mejor y verás que muchas gotas de llanto juntas pueden formar un mar de esperanzas y soluciones futuras.

Solo no podrás transformar el mundo, y mucho menos en el silencio, se necesita de tiempo y un equipo de filántropos que promulguen tus ideas para que cuando tú escribas y el contenido sea bueno, tengan tus expresiones asidero en cada lugar donde lleguen y sigan su recorrido infinito hasta encontrar las soluciones.

No puedes ser indiferente por mucho temor que sientas, piensa que en algún momento se han de romper las cadenas que separan a la humanidad por la negativa del hombre de no aceptar los mandamientos de la tabla de Moisés y seguir siendo presos permanentes de la mezquindad que da el poder de la soberbia y de la ignorancia que, como valores negativos, convierten en esclavos solo a los prepotentes y mediocres a través del desprecio a los humildes de corazón.

Trabaja cada día para que tu trabajo se multiplique en otros y la cadena continúe, para que en años venideros la humanidad pueda estar percibiendo otra historia en donde la convivencia social prime y el balance marcado por la equidad se ponga de manifiesto en cada lugar, pero no tratando de igualar el capital de los más ricos, sino buscando ganar la batalla a las necesidades básicas y a una educación que cada día nos de claridad para encontrar el camino de la prosperidad y la paz.

Nada de resentimientos, recelos, envidias; ya la misma naturaleza nos indicó el camino y no podemos dejar que los pensamientos obtusos y las clases malditas lo obstruyan.

La primera ley del trabajo es conseguirlo y una vez que lo consigues que se beneficie otro y así muchos, pero buscando la multiplicación del mismo a través de un esfuerzo primario que abra espacios a otros frentes y esto solo se logra cuando se actúa con sentido de pertenencia por la tierra que nos da la luz del sano entendimiento para la vida y el amor por el prójimo.

Solo el trabajo con esfuerzo propio nos hace libres e independientes, y si enseñamos a otros cómo conseguirlo, nos dignifica de corazón. El trabajo con esfuerzo cuando haces las cosas con entusiasmo se refleja en la felicidad de una vida sana y si ya somos ricos y ponemos nuestro capital al servicio de la comunidad, no regalando, sino generando servicios que den más capital, pero que multipliquen el trabajo entre los que lo necesitan, ¡bendita sea la vida!

Recuerda que solo se es rico cuando consigues algo que refleja tus valores humanos, no cuando te sacias con bienes materiales que te impiden y hacen difícil la práctica y costumbre de la bondad. La felicidad tiene más poder que la riqueza, aunque esta no sobra cuando existe la bondad en el corazón que por lo menos logre transformar utilidades en trabajo para los demás, teniendo en cuenta que el trabajo realizado con gusto, sobre todo, si existe una compensación justa nos lleva al éxito, que al final es la base de la riqueza. Tener riqueza y éxito y no hacer nada por la humanidad es el más grande fracaso para el hombre.

Soy enemigo del sufrimiento, y a mis años con mi esfuerzo trato de derrotarlo, y solo lo voy consiguiendo en la medida en que genero el trabajo justo y dignificante a través de mis pocos medios y conocimientos logrados, por eso, nunca dejaré de trabajar pues si lo hago alguien sufrirá por tal determinación.

Por Fausto Cotes Nuñez

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