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La retórica vs. La violencia

Para un mejor entendimiento de esta columna, trascribo algunas acepciones o sinónimos de las palabras retórica y violencia.

Retórica: discurso, argumentación, persuasión, debate, declamatoria, interlocución, literatura, elocuencia, ilustración, delicadeza, discreción, respeto, solemnidad, diplomacia, urbanidad y los demás sinónimos que se me escapan.

Violencia: crimen, homicidio, terrorismo, intimidación, viveza, fanatismo, agresión, barbarie, salvajismo, abuso, disturbio, estupro, maltrato, brutalidad, crueldad, brusquedad, insulto, menosprecio y otras acepciones omitidas.

Con base a lo anterior se podría inferir que la observancia y aplicabilidad de la retórica ha sido fundamental para la salvaguarda, no solo de la humanidad, sino de todo aquello que redunda en beneficio de la conservación universal. Totalmente antagónico a la violencia, especialmente cuando es intransigente, porque sus objetivos principales son amilanar, aniquilar o exterminar todo lo que obstaculiza el lucro personal o el interés de unos pocos, cuyas convicciones y actuaciones son afines.

A tales ámbitos diabólicos confluyen los extremistas de cualquier ideología, principalmente las de índole político y económico, donde siempre han sido aceptados con formidable beneplácito todos los tipos de discriminadores recalcitrantes, de por sí, implacables con las personas que profesan razonamientos diferentes. 

En nuestro país es evidente que la violencia ha superado la retórica, y los principales promotores de tal situación han sido los líderes políticos, codiciosos la mayoría de ellos, respaldados por una falsa democracia con instituciones politizadas, que han convertido a Colombia en uno de los países más corruptos y desiguales del mundo y, por ende, con incesante conflicto interno armado desde hace más de 70 años.

Un viejo adagio, dice: “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”.  En Colombia faltan menos de 30 años para que se cumplan 100 años de guerra continua. Y según los resultados de dos elecciones popular. En una para averiguar la aceptación del acuerdo de paz firmado por el expresidente JM Santos con ‘Timochenko’ el jefe de las Farc-EP, y un poco más de la mitad de los votantes desaprobó el acuerdo; no obstante, ha quedado vigente, más que todo por el clamor internacional. El otro debate electoral popular para elegir el presidente del cuatrienio 2022-2026, el ganador también por pequeño margen fue Gustavo Petro, de ideología socialista con el lema de cambio progresista y paz total.

Solo los ilusos creyeron que con la elección de Gustavo Petro como presidente llegaría el cambio de una tradición con más de 200 años de despropósitos. Lo único cierto es que Colombia requiere el cambio y, por consiguiente, seguirá la polarización de los conformistas y los inconformes por la injusticia y la impunidad reinante.

Lo otro cierto, es que la puja violenta seguirá y nadie sabe hasta cuándo. Lo tercero cierto es que el cambio depende, más que todo, de los dirigentes de los partidos políticos. Y, actualmente, todos los partidos políticos son unas cuevas de Rolando y cuando hacen pactos, permiten que sus miembros ingresen al gobierno, pero siguiendo con la corrupción con que financian sus campañas proselitistas. 

Ojalá. Tarde o temprano, la retórica logre superar a la violencia. 

Por: José Romero Churio.

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