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La resurrección, piedra angular del cristianismo

El cristianismo fue edificado sobre la teoría de la resurrección en cuerpo y alma de Jesús el nazareno; como este proceso es inaudito, la única explicación creíble era que Jesús era el hijo de Dios y que vino a cumplir una misión en la tierra. Sobre esto, en su primera carta a los corintios (14-17), Pablo dijo entre otras cosas: “Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también nuestra fe”.

Ahí está el quid del cristianismo. Mucho se ha especulado sobre este hecho y el único testimonio que tenemos es el de la Biblia; los únicos manuscritos existentes (códices) son el Sináuticus y el Vaticanus, que datan del siglo IV. Se cree, no hay pruebas, de que el primer evangelio fue escrito después de la tercera destrucción del templo de Jerusalén, practicada por Tito, en el año 70. Ninguno de los escritores de la época de la dominación romana sobre la antigua Palestina se refiere en términos concretos a Jesús, a su muerte y resurrección. Desde Filón el Judío en los primeros cuarenta años post Jesús hasta Orígenes doscientos años después, pasando por Cayo Plíneo, Flavio Josefo, Suetonio y Tertuliano, entre otros, nadie da luces claras sobre Jesús.

Suetonio, p.ej., en su obra ‘Los doce césares’ que abarca desde César Augusto, cuando nació Jesús, hasta Tiberio cuando este murió, no destaca nada pese a que habla mucho de Tiberio. Un caso específico es el de Flavio Josefo, palestino como Jesús, en su obra ‘Antigüedades judías’, integrada por 20 tomos, solo le dedica un párrafo para mencionarlo, conocido como el testimonio flaviano del cual los analistas bíblicos dicen que fue una interpolación de la iglesia católica. El párrafo dice: “En este tiempo existió un hombre de nombre Jesús. Su conducta era buena y era considerado virtuoso. Muchos judíos y gentes de otras naciones se convirtieron en discípulos suyos. Los convertidos en sus discípulos no lo abandonaron. Relataron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo. Según esto fue quizá el mesías de quien los profetas habían contado maravillas”.  Y más adelante, FJ dice: “un malvado sacerdote llamado Ananías, que después de la muerte de Festo, gobernador romano, condenó ilegalmente a cierto Santiago, el hermano de Jesús, uno al que llamaban el Mesías, a morir lapidado por haber quebrantado la ley” (este sí parece de FJ). En cambio, FJ le dedica tres tomos a Herodes cuya historia es difícil desligar de la de Jesús. Acaso, FJ, ¿no podía contar más cosas insólitas de su paisano y contemporáneo?

Por otro lado, en 1980, en una excavación para la construcción de unos edificios en Jerusalén, encontraron diez osarios, algunos con las siguientes inscripciones: Yehshúah Bar Yoshef (Jesús, hijo de José), Yosha (José), Mariah (María), Mariamne he Marah (María, “la maestra”), Yehudah Bar Yehshúah (Judas, hijo de Jesús), Mathiyah (Mateo). Este hallazgo fue publicado en 1996 por la BBC de Londres (James Cameron) y en 2007 por Discovery Channel, bajo el título ‘La tumba perdida de Jesús’ o Tumba de Talpiot, y fue dirigida por la Autoridad Israelí de Antigüedades. Por el ADN se demostró que todos eran familiares excepto “la maestra”. ¿Qué hacía Magdalena en una tumba familiar si eso no se estilaba dentro de los judíos? Si esto es así, Pablo tiene la razón. Pero la resurrección de Jesús no ha sido la única, además de la de Lázaro, varias citas bíblicas así lo dicen: Elías resucitó al hijo de la viuda de Sarepta (1Reyes 17: 17-23); Eliseo resucitó al hijo de la sunamita (2Reyes 4: 27-31); resucitó la hija de Jairo (Marcos 5:21-23); también el hijo de la viuda de Nain (Lucas 7:11-17); un cadáver recobró la vida al entrar en contacto con la tumba de Eliseo (2Reyes 13:20-21). También, Elías, Eliseo y Enoc subieron al cielo en cuerpo y alma. Parece que la Biblia nos da la enfermedad pero también la contra.

Por Luis Napoleón de Armas P.

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