Las desmedidas muestras de fuerza de un muy bien atalajado piquete policial, contra algunos miembros del Foro Ambiental que protestaban pacíficamente frente al arboricidio que pretende disfrazar a una angosta franja peatonal como bosque seco tropical, aledaño a la construcción de la Institución Educativa Pedro Castro Monsalvo, Instpecam, despertó el generalizado repudio a la represión que ordenan las autoridades civiles, toda vez que toman decisiones de espaldas a la verdadera necesidad de las comunidades.
Rechazo que hasta ahora no ha pasado de ser una intrascendente expresión de inconformidad, por cuanto esta es muy rápidamente sofocada mediáticamente por la chequera de quienes explotan a la obra pública solo como un artificio para engrosar sus insaciables bolsillos y no como parte de un conjunto de estrategias, útiles para resolver las necesidades de un pueblo solo tenido en cuenta en época electoral.
Ejemplos hay muchos y en esta normalizada mecánica asistimos a la dilapidación de nuestros recursos económicos, en sordas expresiones de quien no encuentra eco a sus lamentos, por parte de un cómplice establecimiento oficial, que a sueldo siembra la confusión entre una inversión pública y un detrimento patrimonial, sin que nadie responda.
Por solo citar una muestra del desgreño está el acueducto regional de los corregimientos del sur de Valledupar, el cual después de su faraónico anuncio y cuestionado públicamente desde la etapa pre contractual, con non sanctos contratistas y deplorable ejecución, hoy en Los Venados literalmente no hay agua y en los corregimientos vecinos, precariamente reciben el preciado líquido porque ante la inoperancia del acueducto nuevo, siguen utilizando el obsoleto sistema que se suponía iban a reemplazar. ¿Quién responde? Averígüelo Vargas.
Y así es con todas las obras que por las múltiples denuncias no es necesario mencionar. Solo que ahora habilidosamente ponderan el componente estético, se volvieron esclavos de lo ‘lindo’, para obviar el poco alcance en el cumplimiento de las metas del Plan de Desarrollo, las cuales indefectiblemente se traducen en la satisfacción de necesidades colectivas. No hay impacto de bienestar.
Es el caso del Centro Cultural de la Música Vallenata. Una mole de cemento mal ubicada, ya causante de problemas de movilidad y contaminación auditiva. Excesiva en costos en el proyecto inicial más las adiciones que se vienen, pero nula al momento de favorecer la supervivencia de los olvidados cultores de nuestra amada música vernácula. Ahora cada quince días montan la acostumbrada parafernalia y a cuenta gotas nos están presentando las estatuas de cera, para nuevamente hacernos repetir que son ‘lindas’, sin ni siquiera preguntar por los costos y sobrecostos que cada una de ellas tiene.
Del ‘pan y circo’ de los romanos, cuyo objetivo de entregar trigo a la entrada del coliseo, era hacer olvidar al pueblo los problemas sociales y de diferente orden que podrían cuestionar la idoneidad del emperador, solo nos ha quedado el ‘circo’ para los vallenatos y cesarenses, quiénes en el jolgorio inducido habilidosamente, pocos nos preguntamos por el costo beneficio de cada gasto público. Mientras tanto siguen las chequeras creciendo.
Y si seguimos citando contratos, llenaríamos todas las páginas de aberraciones administrativas. La esperanza es que hayamos aprendido y cada vez seamos más los electores que identifiquemos la participación política, como el supremo ejercicio de rendición de cuentas y protesta pacífica, en contra de los atentados al erario que nos condenan como pueblo a ser una colcha de necesidades. La intimidad de la urna nos acompañará en la liberación del opresor yugo, que en nuestras carencias particulares nos manipula. La eficiencia del voto es el secreto del cambio. Atrévete. Fuerte abrazo. – amaraujo3@hotmail.com @antoniomariaA
Por ANTONIO MARÍA ARAÚJO CALDERÓN