Se sabe que este filósofo griego, quien vivió a caballo de los siglos V y IV a.C., tuvo cuna aristocrática, fue discípulo del insigne Sócrates y maestro del magno filósofo Aristóteles, y que fundó en los campos de Academo, la Academia, precursora de las posteriores y actuales universidades.
Escribió muchas cartas y libros, resumo bien si digo sobre muchos temas de la naturaleza y del hombre, y sobre lo divino, con su respectiva teología. Pero su obra filosófica la caracterizan sus diálogos, más de 30. Entre los que campean este, el de La República, integrado a su turno por 10 libros, que hoy llamamos capítulos.
Me propongo escribir por lo menos pariguales columnas, porque siempre conviene repasar esta obra de Platón, que contiene insoslayables principios orientadores de la vida privada de los hombres y del Estado. Sin embargo, particularmente sobre esta obra de Platón, Tirios y Troyanos han combatido acerca de sus bondades o no. Y de ella se ha afirmado que es un pie de página de toda la cultura de Occidente. La Biblia de la filosofía.
La época en que produjo su filosofía fue crucial para comprenderla. Grecia había atravesado la que se conoce con el nombre de Oscura y posteriormente la Arcaica, y finalmente terminaba la Guerra del Peloponeso, que se había desarrollado en dos etapas, entre las ciudades de Atenas y Esparta, y sus respectivos aliados. Recuérdese que en varias batallas había combatido Sócrates como soldado hoplita del ejército ateniense, lo que puede significar que los filósofos no son sólo contempladores o pensadores, como a veces se cree y dice, sino también hombres de acción.
Pues bien, en aquel estado de cosas, Atenas estaba sufriendo las consecuencias de las sin razones, digámoslo así, que representaba una vida no guiada por la inteligencia, sino, por las pasiones desordenadas de las ambiciones de poder político de unos y de otros. Su organización social, bastante tribal aún, los mantenía entretenidos en pendencias lugareñas, además de sus mitos.
Sin embargo, recordemos que en la historia humana no sólo podemos encontrar momentos de decadencia, también de ascenso. Y esto fue lo que les ocurrió a los atenienses después de aquel deterioro, el resurgimiento del pensamiento filosófico, dejando atrás, también, a los filósofos que ahora conocemos con la denominación de presocráticos, dando lugar a los más conspicuos de la llamada escuela clásica, Sócrates, Platón y Aristóteles, a partir de quienes se vislumbra la Edad de Oro de Atenas, cuyas enseñanzas se han trasladado, dichosamente, hasta nuestros días.
Próxima columna, sobre el primer libro de La República, dedicado al tema de la virtud de la Justicia, originalmente enseñada por aquellos griegos.
Por: Rodrigo López Barros.