No había terminado la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez de cerrar la regadera diciendo que los colombianos que reciben la ayuda del Estado son unos “atenidos”, cuando se prende otra regadera, una noticia indolente, en un edificio del norte de Bogotá, un grupo de propietarios esclavizaron a la señora Edy Fonseca, quien prestaba servicios de celaduría y, en plena cuarentena, la obligaron a quedarse un mes en el sótano, durmiendo en un sofá, sin ningún día de descanso, trabajado tres turnos, por supuesto, sin poder ir a su casa, ni siquiera le permitían recibir comida que le ofrecía algún vecino caritativo, porque a través de las cámaras la vigilaban, como si estuviera detenida en una cárcel de alta seguridad, más bien secuestrada; lo que le ocasionó una crisis por la presión psicológica a la que fue sometida, una parálisis y otros problemas de salud que la obligaron a salir en ambulancia del afamado edificio Luz Marina. Esta historia tiene todo los componentes para hacer una película, incluso más triste que Roma, que ganó varios premios Óscar, pero con un contendido de mayor crueldad, cinismo e inconsciencia, representada por personas sin corazón, entre las cuales se cuenta un senador de la República, Germán Varón Cotrino, quien se hizo el de la vista gorda ante semejante atropello, discípulo de Germán Vargas Lleras (el mismo que coscorroneó a un escolta) tenía que ser; dirigidos por Óscar Osorio, presidente del Consejo de administración. Entre todos pensaron que podían aprovecharse de la inocencia y la sumisión de esta mujer para explotarla y obligarla a hacer el trabajo de 3 vigilantes y una aseadora, sin que nada pasara; pero todo les salió mal, la noticia se filtró y dejó en evidencia lo bajo que hemos caído como sociedad. El colmo del clasismo, es la podredumbre moral a la que hemos llegado por la falta de empatía y humanidad, todo en medio de la peor pandemia del siglo, una situación tan complicada que debía obligarnos a repensar cómo y por qué vivimos de esta manera, pero que va, parece que esto no dejará ninguna enseñanza. Duele ver cómo hay personas sin escrúpulos, a quienes les importa un pito la condición de una mujer humilde para aprovecharse de su abnegación por el trabajo y la necesidad de ganarse el sustento.
Para completar se armó una bronca entre barrios que se pasaban la regadera para no quedar mal, que no era en Rosales, sino en La Cabrera y los de La Cabrera decían que era en El Retiro, cada uno buscando salvar la imagen de su entorno, como si eso interesara. Es un horror que pasa a ser delito porque aquí puede existir secuestro, trata de personas y violación del Código del Trabajo. La Fiscalía debe investigar los hechos y llegar hasta las últimas consecuencias contra quienes quieren pasarse por la faja la ley. Ojalá esta regadera de ‘mierda’ pare algún día y nos demos cuenta en qué mundo habitamos, porque pareciera que solo vivimos para maltratar a la gente y más, si es vulnerable.