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La reforma a la Contraloría

No tener la posibilidad de plantear una reforma a la Contraloría General de la República, por el solo hecho de pensar que toda reforma genera un compromiso presupuestal; es casi como pensar que la sede o lugar de trabajo de la Contraloría debió ser toda la vida el antiguo edificio de la carrera 10 con calle 17 en el centro de Bogotá (así el mismo no cumpliera con las condiciones técnicas para laborar y fuera inseguro) y no el nuevo, moderno  y progresista edificio de la sede o lugar de trabajo de la CGR ubicado en la Avenida El Dorado también llamada calle 26 de la capital del país. De una vetusta edificación se pasó a un edificio con diseño arquitectónico e identidad, logro de Edgardo Maya Villazón.

Entendiendo, como todos entienden la austeridad presupuestal, además sabiendo que no se trata de desbordarse; es ilógico que el control fiscal a los recursos públicos del orden nacional  se siga llevando a cabo con condiciones limitadas, en especial con limitaciones técnicas. Muchos, no conocieron el malsano control fiscal previo, en particular profesionalmente hablando soy de la época del control fiscal posterior; al margen del uno o del otro y teniendo claras las perversidades del previo, por mi experiencia tengo claro que en la actualidad  muchas veces el máximo organismo de control fiscal del país, llega tarde, demasiado para mi gusto a auditar los recursos públicos.

El asunto es que la CGR audita los recursos  públicos del orden nacional y los  mira de acuerdo a sectores y subsectores, desde Universidades Públicas, Cajas de Compensación Familiar, Cámaras de Comercio; pasando por fuentes de recursos como los del Sistema General de Participaciones y los del Sistema General de Regalías, hasta llegar a todos los Ministerios, Superintendencias y a entidades tan importantes como el SENA, el ICBF, la Fiscalía General de la Nación y la Procuraduría General de la Nación y a cada municipio, distrito y departamento en lo pertinente a la ejecución de recursos cuya fuente sea la Nación.

A manera de ejemplo, en el sólo sector social se hace vigilancia fiscal a 165 sujetos de control fiscal y a los recursos del Sistema General de Participaciones de los 1122 municipios que tiene el País y sus 32 departamentos. En el sector agropecuario a 66 sujetos de control y en el sector infraestructura física y telecomunicaciones, comercio exterior y desarrollo regional a 129 sujetos de control fiscal se les vigila.

Estos sectores están conformados por sujetos de control que muchas veces no tienen coincidencias; es el caso del  sector donde están las EPS donde están también las Universidades Públicas y las Cajas de Compensación Familiar y en el sector donde están las Cámaras de Comercio está también la Autoridad Nacional de Televisión – ANTV y el Ministerio de Transporte.

Llegar tarde a la fiesta es mala educación y llegar tarde a verificar la ejecución de recursos públicos, es aumentar el riesgo de corrupción. Un control fiscal concomitante  y de manera preventiva como el que se plantea en la reforma, no es un monstruo, es por el contrario una forma de alejar el monstruo de la corrupción, la misma que tiene aburrido al ciudadano del común y desprestigiadas a las entidades públicas. 

Este país suele no cerrar sus ciclos y menos sus discusiones, aunque no se trata de reformar a la loca, tampoco se trata de hacernos los locos frente a cosas que se pueden mejorar y darles un perfil técnico. Por eso cuando el Contralor Felipe córdoba, plantea la reforma al control fiscal; pienso que la misma puede ayudar a fortalecer a la CGR. Eso sí dejando claro que el mismo Córdoba entiende que todo poder o facultad  implica  responsabilidad y seriedad.

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Jose Antonio Soto Murgas: