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La reflexión que me dejó el Padre Becerra

La experiencia de vida del presbítero Armando Becerra, ha sido enriquecedora pero no fácil.

“Cuando era niño, muchas veces soñaba que volaba. La Mayoría de las veces me veía en un jardín. Era de noche y estaba mirando las estrellas cuando de repente…” Así inicia un libro muy bello que he releído titulado “La Prueba del cielo”. Es el viaje de un neurocirujano a la vida después de la vida. Me comenta que: Dice el Doctor Raymond A. Moody, autor de” Vida después de la vida“: que la experiencia cercana a la muerte del doctor Eben Alexander es la más asombrosa que ha oído en más de cuatro décadas de investigación. Es la prueba viviente de que existe otra vida”.
Las anteriores, fueron palabras del sacerdote Armando Becerra, conocido cariñosamente por sus feligreses como el Padre Becerra. Yo quedé impávida, porque aunque conozco de las dotes de nuestro apreciado Presbítero como buen conversador, versado en teología, lector acucioso, la animación que hace de la Eucaristía con sus homilía llenas de sabiduría y su voz de tenor al entonar música sacra, y folclórica, su conocimiento de la historia, y otros asuntos, aquí me pilló no solo fuera de base, sino sin elementos para dialogar, interrogar, discutir. Me pareció tan importante el tema que escuché atentamente su reflexión.

El Padre Becerra se inicia en la docencia, bajo la dirección de Monseñor Dávila donde iba a lomo de mula en labor evangelización, a los pueblos de la parroquia como Caracolí, Guamaca, y Cañaveral.

Yo no he dudado de la existencia del cielo. El Doctor Eben Alexander permaneció por siete días en muerte clínica. El apóstol Pablo dice: “morir es una auténtica felicidad”. He leído tres libros sobre el mismo tema buscando la filosofía de la vida. San Francisco de Asís dice: “La vida es la compañera inseparable de la muerte”. La vida es frágil por lo cual hay que encauzarla por los caminos de la filosofía. “Yo soy la vida/ Yo soy la verdad”. La ley de la vida es el dinamismo, es fuerza. Dios creó al hombre para la vida, para encontrarla y vivirla en plenitud y la vida eterna para disfrutarla. Es el premio por él prometido.
Un poema del escritor Germán Pardo García, que dice: MÁS ALLÁ DEL SILENCIO LA ARMONÍA./ MÁS ALLÁ DE LAS FORMAS, LA PRESENCIA,/ MÁS ALLÁ /DE LA VIDA, LA EXISTENCIA./ MÁS ALLÁ DE LOS GOZOS, LA ALEGRÍA./MÁS ALLÁ DE LA FUERZA, LA ENERGÍA./MÁS ALLÁ DE LO PURO, LA INOCENCIA./MÁS ALLÁ DE LA LUZ , LA TRANSPARENCIA./MÁS ALLÁ DE LA MUERTE, LA AGONÍA.

“La vida interior es sutil. Va desde el conocimiento de uno mismo hasta la iluminación pasando la concentración, visitando la meditación y la oración. Morimos para trascender. Buscamos La Verdad, cuando la encontramos “hasta donde llovió hubo barro”. Busca la plenitud y la vida eterna para disfrutarla”. Dice.
Experiencia de vida
Es enriquecedora. No ha sido fácil. Las metas no se logran con un solo intento, ni se perfecciona la vida con una sola rectificación, ni alcanzó la altura a la que ha llegado con un solo vuelo. Terminó estudios de teología y se inicia en la docencia, bajo la dirección de Monseñor Dávila donde además de una escuela, iba a lomo de mula en labor evangelización, a los pueblos de la parroquia Caracolí, Guamaca, Cañaveral. Estuvo en Atánquez, Villanueva y San Diego. Es en la iglesia de La Concepción donde mayor tiempo permaneció. Añora los grupos corales de esa época. Especial recuerdo conserva de la Piba Pacheco la novia platónica de Jaime Molina. Sus padres, Francisco José Becerra Arzuaga y la distinguida dama Rosa Morón Canales. Sus hermanos ya fallecidos: Andrés, el parrandero mayor reconocido amigo del Maestro Rafael Escalona y su hermana Paulina .La feligresía de Valledupar, San Diego, San Juan del Cesar le rindió un merecido homenaje, en la iglesia del Divino Niño en el año 2004, celebraron los 50 años de vida sacerdotal presidida por Monseñor Oscar José Vélez, en compañía de un considerable número de sacerdotes. Es ejemplo edificante de pastor bueno y abnegado.

Admirador de los juglares
Orgulloso de su natal San Diego, y conocedor su cultura nativa, el sacerdote sorprende con una canción del juglar Juan Muñoz el “Cantor de los Caminos”. Tararea “De Valencia para abajo hacen los soles calientes/ yo llevaba el cuerpo malo y un dolorcito en la frente/ para mi mayor tristeza yo me pasé de Los Venados/ con un dolor de cabeza/ y un dolor en el costao/ no dejo de recordar/ a Rafael Maestre Díaz / que vive en Andalucía / a orillas de Garupal / Dios se lo pague Mercedes…”. Este compositor de mente ensoñadora, uno de los cultores del vallenato más sobresalientes en época de grandes juglares, en que los intérpretes debían además de cantar, tocar el acordeón y componer sus propias canciones, eran como el periódico cantado de los pueblos, se desempeñó como agente de correos. Recorría la región a lomo de mula con la compañía de su acordeón. De San Diego llegaba a Ciénaga. Hacía paradas en algunas haciendas de familias importantes de Valledupar donde en las fiestas y en los pueblos cercanos entabla amistad con Chico Bolaños, Carlos Araque. Llegaba a Patillal y de paso visitaba a su enamorada: “En San Diego lo lloraban/ allá en Patillal también/ a Margoth le preguntaban/ si había sabido de él.” Famoso también por su estilo insuperable en la puya “La Vieja Gabriela” y “Cuando el tigre está en la Cueva”.
Rodeado de sus familiares en especial sus sobrinas Cecilia e Isabel y de gente que lo quieren y admiran, el Presbítero Armando Becerra, concluye diciendo: No me quedan sino las postrimerías del hombre. Mi fe, mi vocación sacerdotal después de 60 años de ejercicio, es el más preciado regalo que Dios me ha hecho.

Por Giomar Lucía Guerra Bonilla

Categories: Cultura
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