El conformismo es una pasividad en la personalidad que nos induce a no hacer nada, a aceptarlo todo y borrar de nuestra mente la confrontación y enfrentamiento con el cambio, que siempre lo tomaremos, aunque implique situaciones adversas a nuestra forma de vida.
Es la actitud de aceptar sin esfuerzo cualquier circunstancia en la vida pública o privada, que aun siendo contraria a nuestros principios e ideologías nos es indiferente, lo cual nos hace perder la personalidad y estabilizar el carácter hacia lo mediocre, sometiendo nuestro comportamiento bajo la presión de lo anormal por convencimiento irracional para evitar rechazos y que, sin atrevernos al desafío, nos hace perder el entusiasmo por las misiones, limitando nuestras tareas.
En el campo político, si nos identificamos con las figuras del poder mal entendido, como las que vivimos bajo el disfraz de un liberal socialismo, estamos cayendo en el conformismo, que como en el caso de la dirección política actual, no sólo manejadas con las prebendas que se convierten en simples paliativos para lograr unos fines, sino que con la ayuda del conformismo social fruto de los sentimientos apátridas, nos llevan contra el bien común, que solo nos permite hacer nada por contener la avalancha de lodos que se nos viene para encima y que sin duda nos harán caer pronto en múltiples desgracias.
Hay que buscar líderes llenos de razones antes que odios y arrogancias, pero sin temores, que nos enseñen que el poder de la personalidad sin mentiras nos conduzca por el camino ideal y entonces por las sendas de la verdad y justicia social aprendamos lo que sería la quietud del conformismo.
Pero no debemos identificarnos con las figuras del poder sin antes confrontar los cambios que con razones y hechos, se deban dar. Entonces hay que arriesgar y con resiliencia y convicciones sanas centrarse en el bien común con ambiciones comedidas que permitan la cohesión social, el compromiso, la opinión pública y la unión grupal en todas las situaciones, que declaradas conformes en su esencia, cumplan con los reglamentos y normas que deban regir al conglomerado bajo el grado de semejanza formal con unanimidad de criterios.
Nos volvemos conformistas por dependencia de otras personas, por debilidad en la autoestima, motivados por miedo al sacrificio y estos factores limitan nuestro desarrollo y crecimiento y nos impiden traspasar el umbral de la justicia que, llevados a la mediocridad, espantan el éxito.
El mediocre critica, juzga, envidia, pero no se atreve; esto es lo que sucede con muchos gobernantes que en los temas políticos solo se preocupan de los errores de los demás y no de sus verdaderas pasiones.
Un conformista todo lo bueno lo vuelve imposible y como no es posible de conquistar, se vuelve la sombra de la realidad y no la luz del crecimiento.
Lo peor que se puede hacer ante los cambios es quedarse quietos y esperar que todo se solucione solo. Hay que estar preparados ante los hechos que se avecinan y decirles no a los gobiernos obsesivos si queremos mejoría en salud, trabajo, educación y relaciones para el desarrollo de nuestras ideas.
No podemos ser escurridizos, hay que adaptarse al cambio sin resistirnos a él, sin pensar que es el estado ideal solo cuando sea bueno, que será bueno cuando sea dirigido por gente ideal, que sin ambages odios ni mentiras lleve al progreso.
Las ideas que nacen ante las dificultades de la vida hacen los cambios en nuestras actitudes; hay que desarrollarlas y no esperar que nos caigan soluciones del cielo
El conformista y el mediocre tienen mucha similitud. El conformista se sienta en sus ideas y no actúa; el mediocre actúa bajo el consentimiento de los demás por temor o miedo a perder con el cambio y entonces lo aceptan sin confrontarlo.
Estas teorías las uso para expresar mi admiración por alguna clase política colombiana en especial la dirigida por mujeres, tanto de derecha como de izquierda moderadas, pero firmes, algunas de ellas con raíces en mi provincia, quienes como muchas más, confrontan con dignidad, carácter y fortaleza mental las ideas tantos nocivas como benéficas de los gobiernos en turno, sin conformismos, que nunca descienden a la bajeza para enfrentar a un adversario político con acciones y expresiones viles y despreciables, deteriorando el honor de los demás; no necesitan de estas actitudes, pues no tienen vigas sobre sus conciencias y además tienen sus pantalones bien puestos.