‘Embuste, manipulación y realismo mágico en el liderazgo político’, así inicia el ensayo que hemos descubierto del profesor Franklin López Buenaño, publicado en la Revista de la Universidad San Francisco de Quito, en marzo, ya hace 4 años. Buenos mensajes para nuestra época de insultos, polarización y manipulación de la información.
Muestra la naturaleza de la política y del liderazgo que ejercen los políticos. No es lo racional lo que impera sino lo real, pero este es realismo mágico.
“Entendemos por racionalidad las acciones que tienen en cuenta no sólo los fines sino los medios. Cuando alguien se concentra sólo en los fines cae en el mundo de la superstición y de la magia (…) El líder mantiene los fines en el punto de mira: redistribución de la riqueza, reducción de la inflación o el desempleo, defensa de la soberanía, eliminación del analfabetismo y así por el estilo, sin clarificar ni especificar los medios que utilizará. El hacerlo obstaculiza seriamente su efectividad. Por otro lado, su discurso debe ser transmitido a una gran variedad de personas con distintas predisposiciones psicológicas, culturales e institucionales. Entonces al líder no le queda más remedio que recurrir a la simplificación para llegar al “mínimo común denominador” y cae irremediablemente en distorsiones de la realidad. Los hechos le pueden contradecir y por eso tiene que apelar a las imágenes, a los símbolos, a los ritos. Consecuentemente, no opera en el mundo objetivo, científico sino en el de la magia y el encanto”, sostiene López Buenaño.
Al final nos quiere dejar algunas lecciones: “Hay que tener mecanismos para que los líderes deban rendir cuentas sin permitir promesas incumplidas, descaros ni sinvergüencería. Es por eso que una prensa libre, honesta, independiente y profesional es uno de los mecanismos más efectivos para limitar el poder. (…) No hay mejor mecanismo que la competencia. Ya lo dijo Lord Acton: el poder absoluto corrompe absolutamente. Aunque los otros líderes sufran de los mismos defectos, la rivalidad y las amenazas de reducción o pérdida de poder suelen inducir a conductas más transparentes y menos mágicas. Si no hay oposición de líderes fuertes, mal se puede exigir mejor comportamiento a los líderes que gozan del poder”.
Con todo, afirma: “Es importante la relevancia de la racionalidad, es decir, hay que saber el porqué, el cómo, el dónde, el cuándo y el costo. Sobre todo aquellos que se precian de cultivar la objetividad y la imparcialidad, como maestros o educadores, deben inculcar el pensamiento crítico en sus discípulos para no ser deslumbrados con la magia del carisma o caer fácil presa de la oratoria brillante”.
A nosotros nos conmina: “Los forjadores de opinión, columnistas, analistas y comentaristas, harían bien en examinar con lupa no sólo las promesas y las acciones de los políticos, sino dudar de afirmaciones (…) El canto de sirenas se lleva a cabo con mercadotecnia, la seducción se da mediante espejismos. Bien harían, antes de proclamarlos redentores, en estudiar detenidamente cómo fue concebida, manufacturada, pulida y vendida (tanto figurativa como literalmente) la imagen que proyectan los aspirantes a líderes”.