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La plaza de Patillal, ejemplo de iniciativa ciudadana y civismo urbano

Cuando el 5 de junio del 2018 se suscribió el contrato de obra cuyo objeto correspondió a la construcción de la plaza de Patillal, como proyecto estratégico  de uno de los corregimientos del municipio de Valledupar, se estaba materializando una iniciativa ciudadana de personas como Efraín Cabello Araujo, Gustavo Molina Daza y Juan Manuel Martínez Daza, entre otros, quienes además son ejemplo de civismo urbano y de afecto hacia Patillal. Menciono a estos tres patillaleros, no por que pretenda excluir a otros, lo hago con el conocimiento que desde septiembre del año 2012 venían requiriendo a la Alcaldía de Valledupar un proyecto general de urbanización, buscando mejorar los andenes, las plazas y los parques de las zonas corregimentales del norte y en especial de Patillal. 

La obra que se inició el 25 de junio de 2018 tuvo un valor de 4.895 millones de pesos  y se terminó y puso a disposición para su inauguración el día 25 de diciembre del mismo año. Son 17.580 m2 de espacio público, de los cuales 4.400 m2 corresponden a  plaza pública dura, 432 metros lineales de andenes, 368 metros lineales de ciclo ruta, 12.000 m2 de césped verde y se dio además la siembra de 100 arboles. 

Esta plaza y lo que la complementa, es decir, el mobiliario urbano y los  baños públicos, o el área de oficinas y la tarima; o la cancha de futbol con grama sintética; incluso la cancha multifuncional para microfútbol, baloncesto y voleibol, es para mi gusto un ejemplo de cuidado de los bienes  públicos. Eso se llama civismo urbano, que va inmerso dentro del cariño por el terruño; con palabras precisas, lo que en los patillaleros abunda, en otros municipios del Cesar y corregimientos del departamento y del mismo Valledupar pareciera escasear. 

Son los Efraín Cabello Araujo, los Gustavo Molina Daza y los Juan Manuel Martínez Daza, quienes ponen el ejemplo y quienes llaman con el mismo ejemplo al orden cuando uno de los suyos no da muestra de civismo urbano. Quienes no somos patillaleros y hacemos de Patillal un destino turístico los fines de semana, además de admiración sentimos envidia de la sana; los de allá, es decir los patillaleros, residan o no en su pueblo, parecieran entender, que aunque existen otros lugares donde hacer vida, incluido Valledupar, para ellos Patillal es lo mejor. Logran transmitir a las nuevas generaciones de patillaleros, e incluso a los hijos de patillaleros que no nacieron en Patillal, además de cariño, respeto por su pueblo.  

Lo que observamos, cuando visitamos la referida obra, de la plaza de Patillal, es que al margen de la calidad de la obra, de lo oportuna de la misma, o de cosas aparentemente mínimas como el buen funcionamiento de los reflectores, o de la conservación de las  estructuras metálicas y en polietileno (resbaladeros, escaleras, plataformas, tableros, columpios), o del buen uso de las  bancas lineales en concreto y de las canecas en acero inoxidable, en Patillal las obras públicas que las administraciones municipales y departamentales ejecutan son conservadas y muchas de las mismas potencian el turismo y la economía local (gastronomía). 

Yo no soy de los que cree que todos los espacios públicos de esparcimiento, recreación, deporte, turismo y sana convivencia, se justifiquen; soy de los que considera que muchas plazas y parques que se han hecho con recursos públicos, en distintas poblaciones del país, no son consecuentes con la situación de pobreza y con las necesidades básicas insatisfechas; lo digo con conocimiento de causa. Muchas plazas y parques no cumplen con la intención  de mejorar la calidad de vida, son obras mal planeadas, que agreden el medio ambiente y que están sobredimensionadas frente al número de habitantes de una determinada población. 

Pero así como no todo contratista en lo público es malo, no toda obra que esté llamada a prestar una utilidad pública, no cumple con este fin. La referida obra de Patillal es un buen ejemplo de utilidad pública, pero más aún de iniciativa ciudadana y civismo urbano. Mal haría en no reconocer que también fue un logro de la administración municipal del momento. 

Da gusto oír hablar a Efraín Cabello Araujo de la obra en mención, de su ejecución, así como da gusto oírlo hablar del deber que tienen los patillaleros de cuidarla. Da gusto ver a Juan Manuel Martínez Daza siendo el mismo quien cuida la obra y el medio ambiente que en ella existe.  Da gusto oírlos proyectar permanentemente obras para Patillal.   

Categories: Columnista
Jose Antonio Soto Murgas: