Entre 1950 y 1960, el acordeonero ‘Colacho’ Mendoza llegó a Valledupar procedente de La Guajira y fue “adoptado” por la pareja Roberto Pavajeau Monsalvo y Rita Molina (matrona patillalera).
Le entregaron un Willys modelo 52 llamado ‘El Mocho’, para que repartiera la leche e hiciera de mensajero de la finca ‘Jericó’, de la familia.
Pero la verdadera razón de esa vinculación laboral era tener cerquita a “Colacho” para que amenizara los bailes de las fiestas de la familia Pavajeau Molina.
Después pasó lo que tenía que pasar, los hermanos Roberto ‘El Turco’ y Darío Pavajeau Molina convirtieron a ‘Colacho’ como miembro de la familia, como al hermano acordeonero que no tenían.
Se podría decir que esa adquisición del hoy Rey de Reyes del vallenato (Colacho Mendoza) daba pie para que la familia Pavajeau Molina desvirtuara la fobia que la sociedad de Valledupar tenía sobre la música vallenata y aceptara dicha música como propia y arraigada a su gente.
Desde entonces, los hermanos Pavajeau Molina lograron darle vida al vallenato en los clubes de la región y en las fiestas de las familias más encumbradas.
Al mismo tiempo, en su casa de la plaza Alfonso López se institucionalizaba la parranda vallenata.
Darío, un hombre pausado y calculador para fomentar amistades, se convirtió en el relacionista público de la música vallenata y su hermano, Roberto ‘El Turco´, en el anfitrión de las parrandas.
La casa de ‘El Turco’, en la Plaza, se convirtió en el tertuliadero de los aspirantes a la corona del Festival Vallenato desde abril de 1968.
Cada participante llegaba a la casa de ‘El Turco’ para recibir una especie de bendición, recomendaciones y consejos sobre los temas a interpretar.
Al tiempo, empezaron las parrandas en la casa de ‘El Turco’ con personas de la vida provinciana, de la nación y el exterior. Su casa fue punto de encuentro de todas las clases sociales, pero especialmente de los parranderos como Rafael Escalona, Andrés Becerra, Gustavo Gutiérrez, Colacho Mendoza, Darío Pavajeau, Hernán y Armando Maestre, entre otros. “’El Turco’ tenía una capacidad enorme para hacer amigos, todo mundo lo quería y le festejaban sus gracias y talento sobre la música vallenata”, dice hoy su hermano Darío.
Pero en esas famosas parrandas vallenatas también había suculentas viandas y mucho wiski con narraciones de anécdotas.
‘El Turco’ Pavajeau recibió a mucha gente en su casa, era la casa del festival. Allí llegaban desde el presidente de la Republica hasta el más recóndito de sus amigos. Inclusive, cuando se enfermaba en pleno Festival abría la puerta de la calle para que entraran sus amigos.
Todos sabían que en la casa de Pavajeau había parrandas las 24 horas. La expresión de los amigos y familiares en Bogotá, Medellín, México, Panamá, Barranquilla, Bucaramanga, etc. en los días previos del Festival era: “Nos vemos en la casa del ‘Turco’ Pavajeau”, porque no se concebía un Festival sin él, la parranda era simple, aunque él no era un elocuente personaje, con su agradable hospitalidad, su humilde condición y amistad hacía vibrar de alegría y talante a todo el mundo.
‘El Turco’ fue un portento de humildad que regó en su casa, aún con un patio tan pequeño, desplegó su cariño y afecto por la música vallenata porque no se concibe un festival sin una parranda en la casa de él.
Como ya es tarde para hacerle un homenaje en vida, propongo que se le haga un homenaje póstumo con una escultura en la plaza Alfonso López Pumarejo, en donde se inscriba que Roberto “El Turco” Pavajeau Molina fue el último juglar de las parrandas y la hospitalidad del folclor vallenato. Hasta la próxima semana. tiochiro@hotmail.com
Por: Aquilino Cotes Zuleta.