Después de la recesión económica a nivel global, de la que no escapó, porque no se podía desacoplar, la economía colombiana, se esperaba y aspiraba que el 2022 fuera el año de transición, en el curso del cual la economía se reactivaría, pero no fue así, cuando la economía mundial apenas empezaba a levantar cabeza, su impulso se vio truncado por los tropiezos que tuvo que enfrentar la cadena de suministros, que se originó con la crisis de los contenedores en china. La consecuencia no se hizo esperar, el ritmo de crecimiento de la economía global se ralentizó, tanto más en cuanto que China se ha convertido en la última década en su remolcador.
Luego sobrevendría otro hecho aún más inesperado, pues nadie esperaba, la invasión rusa a Ucrania. Y, claro, como lo pudo establecer Isaac Newton en su tercera Ley, “para cada acción hay una reacción igual y en el sentido opuesto”. La OTAN, encabezada por EEUU, reaccionó con drásticas sanciones contra Rusia. Y así se desató una turbulencia que está lejos de amainar.
Y como la política y la economía están inextricablemente correlacionadas, este conflicto frenó su crecimiento, al punto que se ha venido incubando una recesión global que, según el Banco Mundial, podría estallar en 2023, con el agravante de una incontenible espiral inflacionaria, configurándose de esta manera el peor escenario al que el mundo podría verse abocado de una recesión con inflación (estanflación), que no se ha vuelto a ver desde 1970. En su intento por contener este brote inflacionario los bancos centrales, empezando por la Reserva Federal de EEUU, han elevado sus tasas de intervención, atizando la inflación y frenando aún más el crecimiento de la economía.
Uno de los factores que más ha contribuido a la inflación es la escalada alcista de los precios de los energéticos, particularmente del petróleo, el carbón y el gas natural y de contera la electricidad, hasta alcanzar niveles históricos. La crisis desatada ha terminado por fragmentar la globalización, obligando a las grandes potencias a concertar acciones en aras de garantizar su seguridad y soberanía energética en riesgo.
Después de crecer su PIB por décadas por encima del 10%, luego de una caída hasta el – 2.2% en 2020, China registró un crecimiento de 8.1% en 2021 y hasta el tercer trimestre del 2022 la tasa de crecimiento interanual ha sido de sólo el 3.9% (¡!). Por su parte la economía de EEUU tuvo un decrecimiento del – 3.4% en 2020, el crecimiento del PIB en 2021 fue del 5.7% y para el tercer trimestre del 2022 el crecimiento interanual registrado fue de un anémico 1.9%.
No obstante los nubarrones amenazantes que presagian una estanflación para el 2023, las proyecciones de las Naciones Unidas estiman que después del bajonazo de la economía mundial en 2020 de – 3.5%, esta se repuso, pero no con la velocidad esperada, en el 2021, registrando un crecimiento del PIB del 5.5%, pero la perspectiva para el 2023 es de un magro crecimiento del 3.5%.
Por Amylkar D. Acosta M