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La perfectibilidad de la democracia

La definición de democracia, tal como la concibió Montesquieu, ha sido suplantada en su aplicación, manteniendo su fachada, en especial en los países tercermundistas. El cuento de los tres poderes del Estado para dirigir los destinos de una Nación con propósitos y objetivos comunes degeneró en una trilogía perversa donde cada uno quiere ponerles zancadillas a los otros, en especial al poder ejecutivo que maneja las fuerzas armadas y la chequera del Estado, sobre todo cuando rige el presidencialismo como en Colombia. 

Inicialmente no figuraba la idea de que los medios informativos se convertirían en un poder más, dicen que es el cuarto, pero hoy vemos que puede ser el primero porque son los que, con los gremios económicos, manejan la opinión pública e inciden en altas decisiones gubernamentales, judiciales y legislativas; incluso, fuerzas ilegales han llegado a definir todo el accionar público. Es de reciente recordación cuando toda la contratación pública, en especial de la salud, estaba direccionada por las AUC, que también decidían la suerte de la estructura agraria. Con tanto poder económico cooptaron toda la institucionalidad; por eso comenzó a hablarse, no de instituciones sino de carteles como el de la toga y la toma del Congreso de la República por facinerosos se hizo realidad. Aquí todo es cartel al estilo del narcotráfico y cada funcionario tiene un precio que nadie puede rehusar porque la vida está de por medio. Nuestra democracia se diluyó, el mal ya está hecho y esa es la cultura que vive el país, tocando las más altas esferas del poder. El Congreso de la República, que era un foro respetable, se prostituyó, allí ya no hay almuerzo gratis, todo se negocia pese a ser uno de los mejor pagados del mundo y con la mejor estructura logística para sus miembros. Aquí, se supone, participan personas honorables, delegatarias del soberano, pero no existe una misión democrática sino un mercado con casi 300 kiosquitos o carpas donde cada uno escucha propuestas y defiende los intereses de quienes financian sus campañas electorales; ya se han descarado, ya no les importan los conceptos de dignidad sino cuánto pueden almacenar para sus próximas campañas. 

El rol asumido por muchos de ellos frente a las reformas presentadas por el ejecutivo no es coherente con las necesidades de sus electores. Algo raro pasó con la reforma pensional que estaba casi ahogada; la estrategia para salvarla tuvo que haber sido concertada por grandes sectores de la Cámara de Representantes y eso no es gratis, para muchos de ellos la suerte de los viejecitos vale un pepino. ¿Se conmovieron a última hora? No creo. Mis sospechas adquieren forma cuando el presidente Petro, desde Europa, anuncia que habrá un remezón en el gabinete ministerial. Anuncia que el ministro de Hacienda seguirá; eso significa que la barrida será total. ¿Será este el compromiso? Cuando analizamos el ejercicio de muchos de los ministros uno encuentra que lo están haciendo bien dentro de las limitaciones sectoriales de cada cartera. Blanco redondo lo puso la gallina. Si esa es la solución para que le aprueben sus reformas vaya y venga, hay que dar una retribución a la contraparte. 

Pero, a los millones de colombianos que hicieron posible este triunfo alternativo, ¿por qué también el presidente Petro no les hace una pequeña contribución máxime si están pasando hambre?; toda la burocracia media del Estado está en manos de sus peores adversarios dos años después de haber iniciado su mandato. ¿Cuándo serán tenidos en cuenta? Si esto no cambia, veo difícil que el Pacto Histórico retenga el poder en el 2026, ningún grupo político se mantiene leal con hambre. Solo quienes tengamos un mejor nivel de vida y seamos coherentes podremos hacerlo, pero nos quedará difícil convencer a otros. Ojalá este clamor llegue a los oídos del presidente Petro. La democracia está agónica, pero es perfectible. Hay que reconocer la ayuda que nos hicieron Ape Cuello y Eliécer Salazar; sin ellos, quizás, la suerte habría sido otra.          

Luis Napoleón de Armas P.

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