“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da”. San Juan 14,27
En estos tiempos cuando la paz mundial está gravemente amenazada y las circunstancias alrededor nos presionan para sacarnos de nuestra zona de confort y arrebatarnos la poca tranquilidad que nos queda, retumban en mi mente estas palabras de Cristo.
Todos quieren que haya paz en la tierra, pero nadie puede garantizar la paz exterior porque nadie puede controlar las reacciones de las otras personas ni las circunstancias que eventualmente podrían influir en sus decisiones. Las personas y las naciones firman y rompen los tratados de paz con una regularidad aterradora. En las relaciones interpersonales y de pareja se les atribuye la responsabilidad a las otras personas con argumentos como: si tan solo entendieras o si no te comportaras así, etc.
No siempre es posible la paz con todas las personas, especialmente cuando no depende de nosotros; si bien, en lo posible en cuanto dependa de nosotros, debemos estar en paz con todas las personas.
Ahora bien, el gran secreto para experimentar paz interior y paz circunstancial es este: Si queremos la paz en la tierra debemos reconocer que, aunque tenemos la paz con Dios, necesitamos cada día la paz de Dios en nuestros corazones. La paz con Dios es algo que ya tenemos como resultado de la Cruz. No es algo que debemos esforzarnos por adquirir porque nos fue imputada como resultado de la conversión. Mediante el nuevo nacimiento hemos pasado de un estado de enemistad a un estado de amistad con Dios.
Hemos sido aceptados en el amado y justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. ¡El príncipe de paz nos reconcilió con Dios pagando el precio con su propia sangre!
Mientras que la paz de Dios es algo de lo que tenemos que adueñarnos cada día. Las tormentas de la vida y el afán propio de la cotidianidad solo pueden ser vencidos mediante el ejercicio de la paz interior, aquietando nuestro espíritu en medio de las tormentas que rugen en el mundo exterior. Hay muchas cosas que pueden perturbarnos porque no podemos controlar todas las relaciones y circunstancias; pero sí podemos controlar el mundo interior de los pensamientos, permitiendo que la paz de Dios gobierne nuestro corazón diariamente. La paz de Cristo gobernará nuestro corazón cuando permitamos que la palabra de Cristo more en abundancia en nosotros.
Caro amigo: puede que se haya desatado el caos alrededor tuyo, pero Dios es mayor que cualquier tormenta. Él ha prometido que, aunque andemos en valle de sombras y de muerte, no temiéramos porque siempre estaría con nosotros.
Cuando nos volvamos a Dios reconociendo nuestra necesidad de Él, “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
Mi oración es que el Príncipe de Paz guarde nuestros corazones y nos dé su paz haciéndonos también pacificadores en todas nuestras relaciones. Fuerte abrazo y bendiciones por montones.