La Paz (Cesar), con la única sede de la Universidad Nacional de Colombia a nivel de la costa, merece ser gerenciada por alcaldes eficientes y transparentes, con calidad humana que trascienda las barreras ideológicas.
El mejor negocio del mundo es ser honesto, frase que retrata al expresidente de Uruguay, Pepe Mujica, lástima que por la edad y jubilación política no nos pueda dar cátedras de buen gobierno.
La Paz se convierte en ciudadela universitaria de la mano de la mejor universidad pública del país, sujeta a programas con acreditación de alta calidad, coyuntura que se debe aprovechar extrapolando el beneficio general sobre el mezquino interés particular.
El primer problema estructural que se debe resolver en el municipio de La Paz, lo que no se ha logrado en más de medio siglo, es el suministro de agua potable, sector al que se le ha invertido mucha plata, pero toda ha ido a parar a un barril sin fondo, como dice el enunciado del humorista gráfico argentino Joaquín Salvador Lavado Tejón, el popular ‘Quino’: “No faltan recursos, sobran ladrones”.
El mayor desencanto surgió con el programa nacional ‘Obras por impuestos’, en el que se asignaron la no despreciable cifra de 11 mil millones de pesos para el acueducto de la cabecera municipal. “Quedaron los impuestos, más no las obras”.
Le abriga a La Paz, antiguo Robles, la esperanza de tener un acueducto metropolitano en la medida en que se haga realidad el proyecto del embalse Besotes, que tomaría como fuente abastecedora el río Guatapurí, al dar al traste el actual sistema que se surte del río Chiriaymo.
Pese a la adversidad por cuenta de la mediocridad y la corrupción, La Paz se ha de levantar de la era de la totuma con inteligencia inmaterial, que es la que proporciona un estudio de calidad que ofrece la Universidad Nacional con sus nueve sedes, comenzando por la principal en Bogotá, con cobertura para el altiplano Cundiboyacense; la Nacional de Medellín en el Valle de Aburrá; la de Manizales en el eje Cafetero; la de Palmira, Valle y la de Tumaco, en Nariño, para el Occidente; la insular en la Isla de San Andrés; la de Leticia en el Amazonas; la de Arauca en la Orinoquía y rematando con la Universidad Nacional de La Paz en el Cesar, con influencia en la región Caribe.
¡Loa! a la Sociedad Civil y a la Veeduría Ciudadana al empoderarse de obras de envergadura y dar golpes de opinión con la Marcha del Ladrillo, génesis de la Universidad Nacional de La Paz, verbigracia de rescatar de los anaqueles del olvido la Autopista Pepe Castro, el elefante blanco de más edad en Colombia, otro filón de desarrollo, bajo la premisa de que todo progreso pasa por las vías y la necesidad es la espuela del genio, parodiando a Séneca. Es la necesidad de alcaldes gerentes lo que se convierte en un clamor, por los retos y desafíos que impone la era digital, para desentrañar los secretos del estudio, que son saber aplicar la tecnología.